Pablo Atchugarry (1954)
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"Pablo Atchugarry nació en Montevideo, Uruguay en
1954. Su padre Pedro, amante del arte y discípulo de Joaquín Torres García,
percibe sus aptitudes e intereses y lo estimula a
entrar en el campo de la pintura. A los 11 años expone sus primeras
obras. En su adolescencia se inicia en la escultura, compone con el
cemento, crea composiciones en metal y madera. En 1972, realiza su
primera exposición individual en la Sala Cívica de Montevideo y dos años
más la primera en el exterior, en Buenos Aires. A finales de los años 70
efectúa diversos viajes de estudio a Francia, España e Italia, donde
realizará en 1978 su primera muestra individual en Lecco. En 1979 realiza en
Carrara su primera escultura, “La Lumière”. Regresa regularmente a su país
natal, y en 1982 decide establecerse en Lecco, debido al encargo de la
obra “La Pietà”, de la Basílica San Nicolás en Lecco. Desde 1989
realiza importantes esculturas hoy situadas en diversos espacios públicos
europeos y latinoamericanos, así como en colecciones privadas y públicas. En
1996 se inaugura en el Parque del Palacio de Gobierno del Uruguay, “Semilla de
la Esperanza”, obra realizada en mármol de Carrara de 3,90 metros de
altura. En 2000 realiza el “Obelisco del Terzo Millennio”, escultura en
mármol de Carrara de seis metros de altura, en la ciudad de Manzano, Udine. En
el 2002 realiza la escultura “Ideali”, de 3 metros de altura, colocada
sobre la Avenida Princesse Grace en Monaco, en homenaje a los cincuenta años de
reinado. También se inaugura el “Monumento alla civiltà e cultura del lavoro
lecchese” en la glorieta del Caleotto, Lecco, esculpido en un bloque de 33
toneladas de mármol de Carrara, con una altura de 6,10 metros. En Carrara
recibe el “Premio Michelangelo”, en reconocimiento a su carrera artística. En
el 2003 representó al Uruguay en la 50ª Bienal de Venecia con la obra “Soñando
la paz”, con un grupo escultórico formado por cinco elementos en mármol de
Carrara y Bardiglio de la Garfagnana. En el 2005 tuvo lugar la exposición en el
Museo Nacional de Bellas Artes en Buenos Aires. Entre 2007 y 2008 realiza en
una muestra retrospectiva en Brasil, “El espacio plástico de la luz” y en
el Museo Nacional de Artes Visuales de Uruguay. En el año 2009 realiza la
obra “Luz y Energía” de Punta del Este en un único bloque de mármol de Carrara
de cinco metros de altura. En 2011, después de siete años de trabajo, termina
“Abbraccio Cosmico”, realizada en un bloque de mármol de 56 toneladas y
8,5 metros de altura. Realiza primera exposición individual en Nueva
York, en la Hollis Taggart Galleries, con texto crítico de Jonathan Goodmann.
En el 2012, la asociación Times Square Alliance selecciona su escultura
“Dreaming New York” para ser expuesta en Times Square durante la feria de arte
The Armory Show Art Fair de Nueva York. En 2014 instala en Kallo-Beveren,
Bélgica, la escultura “Movimento nel Mondo”, de 8,35 metros de altura. Entre el
2015 y principios del 2016 se celebra en el Museo de los Foros Imperiales,
Mercado de Trajano de Roma, la exposición “Pablo Atchugarry: Città eterna,
eterni marmi” con más de cincuenta esculturas. Su obras se encuentran en:
Museo Nacional de Artes Visuales, Montevideo (Uruguay); Museo del Parco,
Portofino (Italia); Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires (Argentina);
Galleria d’Arte Moderna Raccolta Lercaro, Bolonia (Italia); Colección de la
Provincia di Milano, Palazzo Isimbardi, Milán (Italia); Colección de la
Provincia di Lecco, Lecco (Italia); Fundació Fran Daurel, Barcelona (España);
Museo Groeninge, Brujas (Bélgica); Museu Coleção Berardo, Lisboa (Portugal);
Pérez Art Museum, Miami (EE. UU.); The Patricia & Phillip Frost Art Museum,
Miami (EE. UU.); Chrysler Museum of Art, Norfolk (EE. UU.); Museu Brasilero da
Escultura, São Paulo (Brasil).
Pablo Atchugarry es un artista uruguayo que reside
en Italia y está triunfando a nivel internacional. Como él mismo confesó, esta:
“Es seguramente la exposición más importante que he realizado en mi
vida y me siento honrado“.
Se trata de una exposición de esculturas de gran
magnitud, son 40 obras, que fueron realizadas casi en su totalidad en mármol de
Carrara, y también en bronce y mármol rosado de Portugal. Las obras estarán
instaladas al aire libre en el mercado de la antigua Roma, que tiene vista al
Coliseo.
Hace más de treinta años que el artista vive en el
norte de Italia, el valor de sus obras va desde 18.000 dólares hasta 1 millón.
Claudio Parisi, director de Bienes Culturales de
Roma, comentó que “Aquí hay mármoles que han pasado a ser eternos por la
belleza que desvelan. Mármoles eternos en los que parece inspirarse Pablo
Atchugarry, cuyas imágenes surgen de líneas esenciales en las que basta un
elemento mínimo, un pequeño fragmento, una alusión, un pliegue, para traer a la
memoria un peplo griego o una toga romana”.
Ciudad eterna
El título que lleva la muestra del artista es
“Pablo Atchugarry, Ciudad Eterna, mármoles eternos”, y sus obras permanecerán
expuestas hasta el 7 de febrero de 2016.
La exposición se encarga de recorrer a través del
mármol de Carrara el Renacimiento de Miguel Ángel, pasando por el Barroco de
Bernini para finalmente llegar a nuestros días.
Atchugarry ha sido reconocido con diversos e
importantes premios a nivel internacional, y estuvo encargado a la vez de crear
una obra especial para el pabellón de Uruguay en la Exposición Universal de
Milán 2015, inspirada en el tema de la alimentación del planeta. El nombre de
la obra es “La vida después de la vida”, tiene 5 metros y fue tallada
en madera de olivo de 800 años de antigüedad.
La obra de este artista es reconocida a nivel
mundial, y sus piezas están desde la parada 1 de la Mansa en Punta del Este,
hasta la avenida Princesa Grace en Montecarlo, en Mónaco.
Es probable que cuando uno ve una obra del escultor de 60
años no sea del todo consciente del trabajo que requiere esculpir mármol.
Implica un desgaste tanto psicológico como físico. Los bloques de materia prima
son levantados por grúas que llegan a soportar hasta 3.000 kilos, para luego,
con tapabocas y protectores para oídos, darles forma usando amoladora y
martillo.
Utilizando este noble material, Atchugarry ha
hecho grandes obras, como La
lumière y La
piedad, esta última esculpida entre 1982 y 1983. “Cuando realicé
mi Piedad, quise de
alguna manera, hacerle un homenaje al gran escultor que fue Miguel Ángel y a la
temática que lo acompañó a lo largo de su vida”, dice Atchugarry en la página
web de su fundación homónima, situada en la ruta 104.
La Fundación Pablo Atchugarry fue inaugurada en 2007 como
un espacio para que artistas y público en general puedan intercambiar, promover
y difundir las manifestaciones artísticas. La entrada es gratuita y en el
predio hay un parque de esculturas con obras propias del autor y de otros
artistas.
Pero su arte ha trascendido las fronteras de Uruguay y
creado un puente entre Europa y América, con exposiciones y obras en varios
museos de distintas partes del mundo.
Por Europa
Desde el viernes 22 de mayo de 2015 hasta el
7 febrero de 2016, el escultor presentará una retrospectiva llamada Pablo Atchugarry. Città Eterna,
eterni marmi en el Museo de los Foros Imperiales y Mercado de
Trajano de Roma. La exposición nace como un proyecto del escultor y de Sylvia
Irrazábal, directora de Cultura del Instituto Ítalo-Latino Americano. Consiste
en una selección de 40 obras, 10 de ellas monumentales y que serán expuestas al
aire libre, casi todas esculpidas en mármol de Carrara.
Esta exposición, como bien evoca su nombre, recorre a
través del mármol de Carrara el Renacimiento de Miguel Ángel, pasa por el
Barroco de Bernini y finalmente llega a la actualidad. Una recorrida a través
de la historia del arte y del mármol mismo.
El complejo arquitectónico donde se apreciarán las obras
contará con cuatro pisos en perfecta armonía. Las habitaciones de cada nivel
contienen pequeñas composiciones en mármol de Carrara, así como también en la
última técnica del artista, que es el bronce pintado.
Como dice el comunicado de la muestra: “Admirando las
obras monumentales, que para la ocasión se expondrán en el exterior, se
entiende por qué ese camino que se emprendió hace más de dos mil años tiene su
conclusión lógica aquí”.
Asimismo, en otra ciudad italiana importante, Milán, se
podrá apreciar la obra de Atchugarry. En el marco de Expo Milán 2015, que se
desarrollará entre mayo y octubre en la ciudad del norte de Italia, el escultor
creó una pieza especial para el pabellón de Uruguay.
Se trata de La vida después de la vida, una pieza de 5 metros que
está apoyada en una base circular de 2 metros de diámetro en acero, el cual
indica su nombre en cinco idiomas. La obra fue tallada en una madera de olivo
de 800 años de antigüedad que el mismo Atchugarry encontró en un vivero
italiano y que, después de muchos años, trabajó en su taller en Lecco.
En el sitio web del pabellón uruguayo en Expo Milán,
Atchugarry contó sobre el proceso de creación de esta obra: “Un día después de
mucho tiempo, escuché su voz aún más nítida y entonces comencé a esculpirlo,
pensando que esta maravilla de la naturaleza estaba viva y que necesitaba del
arte para continuar su camino”.
A kilómetros de allí, en Amberes, Bélgica, el
1o de junio, la empresa multinacional de origen
belga Katoen Natie, con motivo de su 160o aniversario,
realizará una exposición. Titulada Arte
desde América Latina, la muestra se presentará como la
historia de la incorporación de la obra de Atchugarry a la colección de la
compañía.
A su vez, se
presentará el libro de igual nombre que, entre otros artistas latinoamericanos,
también aborda la obra de Atchugarry y lleva en la tapa una pintura de otro
maestro uruguayo, Joaquín Torres García.
El
reconocido escultor uruguayo habla de su vínculo con el mármol y los objetivos
de la fundación que lleva su nombre
La amoladora
se escuchaba desde la ruta que cerca a la Fundación Atchugarry. Siguiendo el
sonido constante de la máquina, la vista encontraba fácilmente una estructura
de andamios, un blanco mármol en el centro y una nube de polvo que salía de él,
como el humo de un gran cigarro vertical.
La
herramienta ya había encontrado en la enorme roca las clásicas formas de las
obras de Pablo Atchugarry.
Ángulos, suaves curvas y huecos ya daban una precaria forma a la escultura, que
demandará semanas de trabajo hasta quedar finalizada.
A metros de
los andamios, como en un Stonehenge blanco y mucho más arbitrario que el
monumento inglés, grandes mármoles esperaban su turno afuera del taller. Según
Atchugarry, pueden esperar allí meses, incluso años, antes de que la
inspiración indique el camino para encontrar el arte que esconden sus toscas
aristas. "Son como gigantes que me están acompañando, de alguna manera
marcando el tiempo", observó el artista.
Desde 1979
el nombre de Atchugarry es casi un sinónimo de su material predilecto: el
mármol de Carrara. "Ya van hacer casi 40 años de ese momento, y sin
embargo sigo trabajando en el mármol. Esa atracción, esa comunión existe, y se
mantiene en el tiempo", afirmó.
En esos
años, el escultor se ha transformado en uno de los artistas contemporáneos más
importantes del país. Uno cuya obra es rotundamente celebrada en el exterior.
Recientemente el escultor protagonizó los titulares noticiosos cuando una de
sus obras, Untitled, fue subastada por US$
439.500 en Christie's de Nueva York. Se trató de una cifra récord para el artista.
Es una obra
que formó parte de la exhibición Ciudad Eterna, eterni marmi,
una retrospectiva de 40 esculturas realizada en el Museo de los Foros
Imperiales de Roma. "Todas las piezas de esa muestra tuvieron mucha
visibilidad durante diez meses. El panorama era extraordinario y la muestra fue
muy visitada", contó el artista.
"No
sabemos nunca los detalles de quién la compra. Lo cierto fue que hizo este
récord, que fue muy importante. Pero lo importante de todo es continuar en el
taller. Cuando recibí la noticia me fui a las 3 de la mañana al taller en
Italia a dialogar con los mármoles, y a seguir el camino", recordó
Atchugarry.
Cuando una
obra sale de sus talleres, sea en El Chorro o en Lecco (Italia), y aunque lleve
su firma, para él ya no le pertenece. Cada una de ellas, afirmó su creador,
pertenecerá desde ese momento a la humanidad.
"Todos tenemos una vida limitada y las obras no. Es un
mensaje que va a quedar para la posteridad, para las nuevas generaciones.
Entonces, no me apego a las obras", sostuvo. Por eso, el trabajo diario
más que una costumbre es una necesidad.
En este afán
de compartir su obra con el público, Atchugarry tuvo la oportunidad de protagonizar muestras
individuales en Nueva York y Londres. Asimismo, planea desembarcar en San Marino.
En su país
de origen, más allá de la muestra permanente en la Fundación, no exhibe desde
2008. "Aquí en la Fundación trato de traer obras que se queden, como La
Piedad o un modelo de la obra que fue a la Bienal de Venecia en 2004. Son obras
que van quedando y que quedarán para siempre como patrimonio cultural del país.
Tuve un ofrecimiento para hacer una exposición en el Museo Blanes, que me gustó
mucho el lugar. En fin, vamos a ir buscando posibilidades y me gustaría sí
compartir con el público uruguayo".
El escultor
está preparando un entorno especial para exhibir La Piedad. Se trata de una de sus primeras obras en
mármol de Carrara, que realizó en Italia entre 1982 y 1983, y se inspira en la
obra de Miguel Ángel. Es, por lo tanto, una de las creaciones más importantes
para Atchugarry. "Tuvo una especie de peregrinaje en distintos lugares, y
ahora hace 4 años que está aquí en Uruguay, para que sea su destino final. La
idea fue construir una especie de capilla, un lugar de encuentro, de reflexión,
donde va a estar solamente esta obra", contó el escultor.
La
estructura angular en madera ya se puede ver en el predio de la Fundación, al
borde del lago. Realizada por
el arquitecto Leonardo Noguez, la capilla quedará finalizada el año que viene.
"Todo va a estar en función de esta obra", concluyó Atchugarry.
Fundación
Pablo Atchugarry
Días antes
de fin de año, la Fundación Atchugarry, estaba en pleno armado de su primera
exposición de la temporada. Este 2017 el espacio cultural cumplirá diez años
con una ampliación no solo el parque de esculturas, sino también realizando
exposiciones permanentes y temporales, además de actividades culturales y
educativas orientadas especialmente a niños y jóvenes. "Nació un poco así:
pensando en un lugar de encuentro entre artistas y entre artistas y
público", contó su mentor. "Lo considero una especie de santuario,
donde la energía de tantos artistas está presente".
La agenda de
esta temporada está protagonizada por la muestra Vértigo - au rendez-vous de amis, que tiene su primera
parada por Latinoamérica en la Fundación. Curada por Luca Massimo Barbero,
reúne bajo un concepto común a tres artistas: Francesco Candeloro, Riccardo De
Marchi y Arcangelo Sassolino –amigos y colegas desde hace más de 15 años– que
crean sobre diferentes medios.
Consultado
sobre sus desafíos para los próximos años, Atchugarry no se puso una meta en
mármol, sino que colocó a la misma Fundación en primer lugar. "Es una obra
en sí misma", dijo. "Es el equilibrio entre la naturaleza y el arte.
Llevar la Fundación siempre adelante es un esfuerzo muy grande. Cada vez que
viene un niño a la Fundación es un premio al camino que se está haciendo".
La vida y la familia son dos de
las palabras muy importantes para Pablo Atchugarry. Y así lo deja claro en el
tiempo que le concedió a ECOS para hablar de su hermano, pero también de ser un
embajador sin cartera del país y de cómo el arte resultó ser la tabla de
salvación -con la ayuda de dos padres sensibles- para el que aparentaba ser el
menos brillante de los Tres Mosqueteros. Trabajo, siempre trabajo, es
otra.
- Usted trabaja con herramientas y materiales
pesados, duros. ¿Qué tanto es artista y qué tanto es obrero?
-Creo que no hay ningún límite entre una cosa y otra. Todo mi trabajo pasa por las manos, por la parte física, por la ejecución manual. Mis horarios de trabajo son muy extensos, doce horas, todos los días, fines de semana, Navidad... El trabajo para mí es mi expresión, es la necesidad interior de sacar lo que uno tiene adentro. Y a la vez, esta fundación se ha transformado en una obra que se fue construyendo de a poco.
-El mármol de Carrara es duro, pesado. ¿Cuántas lesiones ha tenido?
-Ah, muchas. Dedos fracturados, cortes acá en la piel (se toca las manos). Hace seis meses me operé en Italia del tendón supraespinoso (se toca el hombro izquierdo) que se desgastó por el trabajo. Los médicos me indicaron una gran convalecencia, de cinco meses. ¡Y al cuarto día trabajaba con una mano sola!
-Creo que no hay ningún límite entre una cosa y otra. Todo mi trabajo pasa por las manos, por la parte física, por la ejecución manual. Mis horarios de trabajo son muy extensos, doce horas, todos los días, fines de semana, Navidad... El trabajo para mí es mi expresión, es la necesidad interior de sacar lo que uno tiene adentro. Y a la vez, esta fundación se ha transformado en una obra que se fue construyendo de a poco.
-El mármol de Carrara es duro, pesado. ¿Cuántas lesiones ha tenido?
-Ah, muchas. Dedos fracturados, cortes acá en la piel (se toca las manos). Hace seis meses me operé en Italia del tendón supraespinoso (se toca el hombro izquierdo) que se desgastó por el trabajo. Los médicos me indicaron una gran convalecencia, de cinco meses. ¡Y al cuarto día trabajaba con una mano sola!
“ Hace seis
meses me operé del hombro. Y a los cuatro días trabajaba con una mano... ”
-Con semejantes jornadas laborales, ¿cuál es su vía de escape? Si es que tiene una vía de escape.
-(Se ríe) ¡Al final de la noche termino planchado! Trato en casa de ver alguna película pero nunca la termino, siempre caigo frito antes. En verano me hago alguna escapadita a la playa, que me encanta, pero no siempre me puedo dar el gusto. Los proyectos siempre tienen fecha y si vos querés participar de alguna feria o una exposición hay que tener obras nuevas. Entrás en un circuito de responsabilidad, también.
HERMANO DEL MEDIO
Pablo viste muy informalmente. Jean, buzo anudado a la cintura y remera celeste, todo cubierto de polvillo blanco. Los pulmones son otra cosa a la que un escultor debe estar atento. “Lo bueno del mármol es que no tiene cilicio, a diferencia del granito. Pero igual es carbonato de calcio. No será tan nocivo, pero…”. De alguien que se pone a trabajar con mármol recién operado no cabe esperar demasiada aprensión por su salud.
El artista está casado en segundas nupcias con Silvana Neme. Tiene dos hijos, Catherine y Piero, fruto de su primer matrimonio. “Por desgracia”, aún no es abuelo. “Me encantaría tener nietos, ya los estoy pidiendo, pero estas generaciones haraganean un poco”.
Las manos del escultor son grandes, acordes con su corpulencia: mide 1,90 metros y pesa unos 140 kilos. Físicamente, es la antítesis de su hermano Alejandro, dos años mayor, que era muy esmirriado. “Cuando éramos chicos, era exactamente al revés”, se permite reír. Eran los tiempos de la infancia en el barrio Atahualpa, en Millán y Espinillo, y en la escuela 14, donde no se puede decir que descolló como alumno.
- ¿Costó mucho ser el hermano del medio? Se dice que el mayor siempre es el orgullo de la familia, el menor es el mimado y el del medio queda ahí…
- ¡Yo siempre dije eso, bromeando! Éramos como los Tres Mosqueteros, un vínculo muy bueno. Pero Alejandro siempre era la voz de los padres, el que decía qué era lo que había que hacer. Yo era bastante travieso. Además, yo tenía dislexia, lo que hacía muy difícil la escolaridad. Nunca fui un buen estudiante, pasaba de año ahí nomás, ¡gracias a la buena voluntad de maestros y profesores! Y venía después de Alejandro, que era brillante. Marcos (el menor de los tres hermanos, reconocido psiquiatra) también era brillante. El arte fue mi tabla de salvataje.
- ¿Cómo llegó al arte?
- Mi padre (Pedro Atchugarry), que era empleado administrativo de una empresa constructora, pintaba sábados y domingos en casa. Y me acuerdo que yo pintaba detrás suyo, agarraba los colores, enchastraba alguna cosa. Yo tendría 8 o 9 años. Mi padre y mi madre (María Cristina Bonomi) vieron mi vocación. Siempre la defendieron.
EMBAJADOR DE URUGUAY
En sexto de escuela, la maestra de Pablo dividió a la clase en equipos para estudiar los países. A su equipo le correspondió Italia. Su padre fue al consulado a conseguir material de trabajo. Pero en vez de traer “lo habitual” (Roma, Florencia, Venecia) consiguió información del Lago de Como y el mármol de Carrara. “Y hoy vivo en un lado y trabajo con ese material. ¡Eso no puede ser sino el destino!”.
Pero el destino no parecía tan claro en los años ’70. Pablo tenía un trabajo part-time mostrando apartamentos para una constructora. Pero se había decidido a vivir del arte y para eso, necesariamente, debía irse del país. Comenzó con la pintura y luego pasó a la escultura. Primero Uruguay, luego la región, después Europa; hoy, el mundo. Antes de haber hecho más de 2.000 obras, antes de su muy reconocida versión de “La Piedad”, de 1982, de que Christie’s subastara una escultura suya en 439.500 dólares y que el nombre Atchugarry llegara a todo el mundo de la plástica, el puchero era más bien un caldo.
- ¿Cuándo tomó la decisión de irse?
- Tenía 23 años. Había hecho cosas en hormigón, arena y portland, pero estaba trabajando en pintura. En ese momento era impensable mover esculturas. Me acuerdo que me tomaba los ómnibus de TTL en Plaza Libertad con destino a Porto Alegre, Rio, San Pablo, Brasilia, con las pinturas en la bodega, en viajes de 50 y pico de horas. Trabajaba con figuraciones de personas, algo expresionista. En el ’77, crucé el Atlántico, pero siempre pensando en volver. Estuve varios años yendo y viniendo, en las Líneas Aéreas Paraguayas. Los paquetes atados con hilo sisal. Y de ahí a la aventura. No me instalaba, llevaba una vida nómade. Dejaba valija y cuadros en casa de amigos, en París por ejemplo, y de ahí me iba a todos lados. Recién me instalé en 1982, en Lecco.
- ¿Qué fue lo pasó?
- Me encargaron hacer “La Piedad”. Ya estaba metido en la escultura, a la que había vuelto en 1979. Yo seguía mucho la obra de Miguel Angel, que para mí es el artista más grande de todos los tiempos. Yo quería homenajearlo de alguna manera. Y un amigo sacerdote encontró medios muy modestos para lograr ese propósito; me quedé a vivir en la casa de su hermano y su cuñada. Había arreglado un dinero mensual, un millón de liras, que era un “sueldo” para poder trabajar. Había venido mi mujer y mi hija, que era recién nacida. Como teníamos casa y comida, los gastos eran limitados. Pero primaba el espíritu quijotesco. Me llevó un año. Recién ahí se vislumbró la idea de ser sedentario, porque empezaron a aparecer otros encargues. A partir de 1982 me quedé fijo en Italia.
-¿Usted se siente embajador de Uruguay?
- (Piensa) Creo que todos lo somos. Los uruguayos que están adentro y afuera. Los de afuera con mayor razón.
- Pero no todos los uruguayos tienen su notoriedad.
-En ese sentido, yo me siento sí, de alguna manera, embajador. Pero no lo quiero hacer personal. Digamos… que siento una gran responsabilidad. Hay gente que ha llegado aquí, a la Fundación, y me cuenta que ha visto mi obra en Hong Kong, Singapur. Otros me han dicho que han viajado hasta acá solo para conocerme. Ahí uno se da cuenta de esas cosas.
“ Hay quienes
han viajado hasta acá solo para conocerme. Ahí uno se da cuenta de esas
cosas. ”
- ¿Qué le pone precio a una obra?
- Es extraño, un tema de oferta y demanda. Además, en una subasta se pueden encaprichar dos personas y medir su poder en torno a una obra. El mundo de la economía del arte es diferente. A mí me gusta más el mundo de la apreciación. La del niño que ve la obra. Me acuerdo de una niña de cuatro años, de preescolares, que vino acá con su clase. “Yo cuando sea grande voy a vivir acá”, decía. Andaba correteando por el parque. “Y voy a dejar todas estas esculturas”, decía también. ¡Y por algo las quiere dejar! Eso te hace pensar que estás dejando algo.
- ¿Uruguay es un país propicio para el arte?
- Este es un país muy propicio para el surgimiento de artistas. Prueba de ellos es la cantidad de creadores de gran talento que tenemos. Pero eso no va de la mano con un mercado del arte que permita vivir de él. Todo apoyo ayudaría, sea estatal o privados. Hay que darse cuenta que, como ocurre en el fútbol, en cada generación puede haber un Torres García. Y quizá en la que viene haya un Atchugarry.
- ¿Siente que está dejando algo perdurable en el arte?
- Yo espero que la historia haga mi juicio. Por ahora trabajo, no quiero perder tiempo en autoevaluarme.
- En un país muy politizado, hubo una enorme unanimidad respecto a su hermano cuando falleció. Usted que está afuera la mitad del tiempo, ¿cómo ve a la sociedad uruguaya de hoy?
- Veo que hay una idiosincrasia que es buena, propia de un tiempo pasado. Pero aún hay mucho para mejorar, demasiado. Uno ve el informativo y ve la violencia, que va más allá de las estadísticas. Me acuerdo de que se podía ir al fútbol con la familia. Íbamos con mi madre, que no le interesaba ni entendía nada: “¿Por qué no le dan una pelota a cada uno así no se pelean todos por una?”, nos decía. Pero apechugaba y nos llevaba. Esos valores no los podemos perder. Habría que hacer un esfuerzo colectivo, más allá de las responsabilidades de quien esté al frente de la nave. Pero todos tenemos que aportar un granito de arena.
- ¿Y usted qué aporta?
- Acá nosotros tratamos de hacer que los chiquilines se sientan artistas. No se va a arreglar el país por esto, ¡pero empecemos a hacer algo! Vamos a escuelas públicas e invitamos a los niños acá, por ejemplo. En el área didáctica, los niños pintan fragmentos de mármol y cocen barro. Esos intercambios sirven. En el anfiteatro han actuado artistas como Jaime Roos, Ruben Rada y el Ballet Nacional del Sodre, siempre con entrada gratuita. La idea mía con este lugar es que la gente sintiera que no hay barreras para el arte. Por suerte, lo han entendido."
Solo Uso educativo.
Ver:
worldgalleryart.wordpress.com/2008/06/16/pablo-atchugarry-expone-en-la-albemarle-gallery-de-londres/
http://galeriasur.com.uy/portfolio/pablo-atchugarry/
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