Historia
del cine en el siglo XX. La llegada del
cine sonoro. Ficha 10
En 1927 la
productora Warner Brothers intenta revitalizarse económicamente con una apuesta
audaz: El cantor de Jazz, que incluye por primera vez una canción. El éxito fue
tan grande que luego todas las productoras incorporaron el sonido a sus
películas.
Para un espectador de hoy parece difícil imaginar
que el público asistente a las películas mudas no guardara silencio durante las
proyecciones, leía rótulos en voz alta e incluso comentaban las escenas. La presencia
de un pianista que acompañaba con su música la proyección nos resulta hoy
impensable, pero esa era la realidad. El piano vertical o la pianola
acompañaban a la pantalla en las salas de cine primigenias. La llegada
del cine hablado obligaba a escuchar los diálogos, haciendo de los espectadores
personas más reflexivas y exigiendo una concentración que anteriormente no era
necesaria. Esto suponía un cambio, puesto que ese tipo de espectador, más
culto, más urbanita, lo era del teatro, mientras que el del cine se consideraba
vulgar, más rural. Pero también el trabajo tenía que ser diferente, no se podía
hablar en el plató durante los rodajes, las primeras cámaras eran muy ruidosas
y junto con el operador permanecían encerradas en un enorme cajón insonorizado,
hasta que, poco a poco, se fueron perfeccionando. Hábitos de años atrás tenían
que ser variados por el nacimiento del sonido. Amén de los avances en las tomas
de sonido, tipos de micrófonos, etc.
En su contra jugaban elementos tales como las diferentes condiciones de sonorización que hacían que las películas sonasen de distinta manera en función de la categoría de las salas en las que se proyectaban. El problema de la sincronización de los labios fue endémico del sistema Vitaphone hasta su desaparición en 1930 y era una gran preocupación en un principio la mala relación entre los niveles del diálogo con la música.
En su contra jugaban elementos tales como las diferentes condiciones de sonorización que hacían que las películas sonasen de distinta manera en función de la categoría de las salas en las que se proyectaban. El problema de la sincronización de los labios fue endémico del sistema Vitaphone hasta su desaparición en 1930 y era una gran preocupación en un principio la mala relación entre los niveles del diálogo con la música.
El 6 de octubre de 1927 se estrena El
cantor de jazz.
El cantor de jazz. Al Jolson en “El
cantor de jazz”.
El éxito que supuso para la Warner como productora esa primera
experiencia, animó a la compañía Vitaphone a plantear un nuevo proyecto
conjunto. Esta iniciativa se plasmaría al año siguiente con el estreno de El
cantor de jazz. Canciones de Al Jolson interpretadas
al piano, e incluidas en cuatro segmentos sincronizados, junto con la famosa
frase premonitoria “You aint´ heard nothin´ yet” (todavía no
has oído nada) han dado renombre a una película que hizo ver a muchos
profesionales y al público que el sonido era ya una realidad. Pero es
una película muda a todos los efectos, puesto que de sus ochenta y ocho minutos
apenas doce están sonorizados, cuatro o cinco canciones.
El Cantor de Jazz. El hijo de un
rabino lucha por dedicarse al mundo del espectáculo, en contra de los deseos de
su padre, que le insta a seguir su ejemplo. Su madre le apoyará en la decisión.
Partiendo de una premisa argumental simple, el peso de la película recae en la
atractiva presencia de Al Jolson, un actor muy popular y querido del “stage”
norteamericano por aquella época (T.C.).
Pocos años después, por intereses comerciales, el
sonido Vitaphone desapareció, pero la revolución del sonoro se había iniciado.
El éxito hizo a muchas productoras lanzarse a la aventura del cine hablado.
Se dice que esta película salvó a los hermanos Warner de la quiebra, por su éxito en taquilla y porque Al Jolson había aceptado ciertas concesiones salariales y pospuesto el cobro de sus honorarios. ¿Pero fue realmente un éxito de taquilla? Sin lugar a dudas lo fue, pero no la más taquillera de aquel momento. Permaneció en la gran mayoría de las salas sonorizadas del momento durante varias semanas, con una salvedad: la honestidad de los jefes de salas de cine era más que cuestionable y por lo tanto sus datos tienen una fiabilidad relativa. Cuadraban las cifras a las necesidades de la sala; guardaban los números reales como secretos industriales; llenaban las salas, en ocasiones, con entradas regaladas que podían abonar los propios jefes de sala; cuando la sala estaba llena existía ya en aquel entonces la reventa, lo que contribuía a desvirtuar los verdaderos ingresos.
De acuerdo con los datos suministrados en el capítulo correspondiente de la Historia General del Cine de la editorial Cátedra, en sus primeras once semanas la recaudación del filme de la Warner sitúa esta película en la mitad de la totalidad de las catorce mayores salas del momento. Este dato ha de ser considerado de manera relativa y no sirve para medir la popularidad de Al Jolson ni de El cantor de jazz puesto que existían salas bastante mayores en aforo y que, previo a la proyección de la película, tenían un espectáculo en vivo que, en ocasiones, era más importante que la proyección y atraía mayor cantidad de público que el filme por sí mismo.
Finalmente
y por ubicar en su contexto esta película, diremos que es coetánea de otras tan
importantes y conocidas como Amanecer, The Big Parade, Rey de Reyes, Alas y
que las estrellas de los años veinte, Chaplin, Valentino, Menjou,
abrían paso a personajes como Gary Cooper, Greta Garbo, Laurence
Olivier, y las inolvidables Marlenen Dietrich y MaeWest
El cine sufre una revolución. Además de los
problemas técnicos que genera la necesidad de captar el sonido, se añade la
exigencia de reconvertir las salas, de escribir guiones. Todo ello fue un
examen crucial para desarrollar el Star System. Muchos actores no lograron
adaptarse. Entonces nace una generación de estrellas que viene del teatro y los
musicales como Marlene Dietrich, Claudette Colbert, Gary Cooper, Clark Gable,
Humphhrey Bobgart, y de grandes directores como Lubitsch, Capra, Hawks, Cukorr,
Ford.
El cine sonoro coincide con el crack económico de
1929 y la Gran Depresión en los EE.UU.
Una
película emblemática del período es: The Grapes of Wrath Las uvas de la ira; es una película estadounidense dirigida
por John Ford basada en la novela del mismo nombre de John Steinbeck
que había obtenido por ella el premio Pulitzer
La película fue realizada en una época, los 40, en la que el cine estadounidense tendía a
evitar las películas de realismo social. La película es más optimista que la obra literaria en la que se
basa.
Argumento
La historia es la de una familia de granjeros de Oklahoma, Tom(Henry Fonda) y Ma Joad(Jane Darwell)), ubicada en la década de los 30 que tras el crack del 29 son expulsados de su tierra y tienen que emigrar
a California. Realizan un duro viaje en un Hudson"Super
Six", pasando por diversas vicisitudes en lo que creían muy erróneamente
que era el paraíso. Ver (https://es.wikipedia.org/wiki/The_Grapes_of_Wrath_(pel%C3%ADcula)
John Ford
Ver: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/f/ford_john.htm
(Sean
Aloysius O'Feeney; Cape Elizabeth, EE UU, 1895 - Palm Desert, id., 1973)
Director de cine estadounidense. Miembro de una familia de emigrantes
irlandeses, era el menor de trece hermanos. Su hermano Francis Ford, actor y
director, fue quien le introdujo en el mundillo del cine, en el que recorrió
todo el escalafón antes de trabajar como ayudante de David W. Griffith y Allan
Dwan.
John Ford
En
1917 sustituyó a su hermano en la dirección de un western de corta duración.
Ésta fue la primera de las ciento cincuenta películas que habría de dirigir,
más de setenta de las cuales pertenecen al período del cine mudo. Sus trabajos
más importantes de esta etapa fueron para la Universal: Straight Shooting, Marked Meno Caminos de desesperación.
A
mediados de los años veinte inició su colaboración en exclusiva con el
productor William Fox, resultado de la cual fueron títulos como El caballo de hierro (1924),
que lo consagró como uno de los grandes directores estadounidenses, Tres hombres malos o El legado trágico,
la primera de sus películas dedicadas a temas irlandeses, que obtuvo un gran
éxito.
Con
la irrupción del sonoro, el cine de Ford experimentó una evolución no ya en lo
temático, donde siguió abordando con gran hondura psicológica temas como la
forma de vida propiamente estadounidense (en películas corales como la trilogía
protagonizada por Will Rogers) o el comportamiento del individuo frente a acontecimientos
que lo desbordan (entre los que cabe encuadrar títulos como La patrulla perdida o La diligencia, de
1934 y 1935 respectivamente), sino en lo visual y narrativo, terreno en el que
se hizo patente la influencia del expresionismo alemán y en el que Ford fue
aumentando poco a poco el alcance de su cámara para introducir como elemento
clave del filme el entorno paisajístico (en particular, el Monument Valley de
Utah).
Fotogramas de La diligencia (1935)
y El hombre tranquilo (1952)
Títulos
destacados de las décadas de 1930 y 1940 fueron, amén de los citados, El delator (1935),
por la que obtuvo su primer Oscar, El joven Lincoln (1939), Las uvas de la ira (1940), adaptación de la novela
homónima de John Steinbeck que le supuso su segundo galardón de la Academia, Hombres intrépidos (1940)
y Qué verde era mi valle (1941),
retrato de una zona minera galesa y tercer Oscar para el director. Mención
aparte merecen westerns como la trilogía dedicada a la caballería
estadounidense (Fort Apache, 1948; La legión invencible, 1949; Río Grande, 1950), o Pasión de los fuertes (1946), centrada en el
legendario tiroteo del OK Corral, que sentaron las bases del género y le valieron
el beneplácito de crítica y público.
Además
de contar siempre con un sólido elenco de secundarios (entre los que destacan
nombres como los de Ward Bond o Walter Brennan), dos actores repitieron
protagonismo en varios de estos títulos y se convirtieron en los rostros más
característicos de su cine: Henry Fonda yJohn Wayne que en
1952 aparecería de nuevo en el reparto de una de las obras maestras del
director, El hombre tranquilo (1952), la historia de un
boxeador estadounidense que, acosado por el fantasma de un homicidio
involuntario, regresa a su Irlanda natal, en un intento de huir de sí mismo.
Tras
el cuarto Oscar obtenido por este último título, Ford se convirtió en una
auténtica leyenda viva de la cinematografía de Estados Unidos, a la que
continuó enriqueciendo con nuevos filmes de creciente depuración estilística y
formal como Mogambo (1953), una especie de western ambientado
en África y una de sus películas más populares, la obsesiva Centauros del desierto (1956)
y otras dos nuevas obras maestras: Dos cabalgan juntos (1961) y El hombre que mató a Liberty
Valance (1962), ambas protagonizadas por James Stewart. El año
1966 dirigió Siete mujeres, un filme rodado en su totalidad en
estudio, que narra los últimos momentos de una misión estadounidense en China y
con el cual se despidió de la profesión.
Solo para uso educativo.
Ver: Arterama
página 405
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