La influencia británica en la arquitectura uruguaya. La arquitectura de hierro y vidrio: el mercado del puerto
"Simposio en torno a las Invasiones Inglesas. Relaciones políticas, culturales y sociales con Gran Bretaña a lo largo de dos Siglos.
Dpto. de Historia del Uruguay y Dpto. de Letras Modernas de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República.
Dpto. de Historia del Uruguay y Dpto. de Letras Modernas de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República.
La influencia británica en la arquitectura uruguaya. La arquitectura de hierro y vidrio: el mercado del puerto
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Didier Calvar
La influencia ejercida por el Imperio Británico trasciende lo más popularmente conocido como fue el aporte a la prensa, la importación del fútbol por los trabajadores del ferrocarril, o las razas bovinas que se cruzaron con las locales.
Diferentes empresarios británicos trajeron al Río de la Plata ideas que ya se aplicaban en su país de origen, entre las que se incluyen las tendientes a la organización del espacio, en lo urbanístico y lo arquitectónico.
Podemos mencionar la arquitectura de saladeros aplicadas por Samuel Lafone en el Cerro, más precisamente en el Rincón de la Teja - después de su arribo al Uruguay en 1825 - así como de viviendas obreras, como el llamado conventillo de Lafone, y planes de construcción más formales como el proyecto Villa Cosmópolis de 1835 que albergaría trabajadores de diferentes partes de Europa.
En Gran Bretaña soluciones como las de los factory towns o company towns, existían desde 1820, por lo cual no resulta extraño que inspiraran a los inversores ingleses emigrados a América.
Empresarios con ideas filantrópicas que en el caso de Lafone, deberíamos matizar, ya que si bien destacará por su aporte a la comunidad británica de Montevideo donando el dinero para la construcción del antiguo Templo Inglés de Montevideo en 1843 (el primer templo de la Iglesia de Inglaterra en América Latina) Por otro lado con el gobierno de la defensa, que fue su deudor, resultó implacable, cobrándole el préstamo efectuado en oro y con creces.
Esta filantropía fue acompañada de un afán de lucro y de condiciones laborales mejoradas para alcanzar una mayor productividad por parte de los trabajadores.
Lo que demuestra una visión burguesa más moderna que los distanciaba de los empresarios esclavistas.
Urbanismo y revolución industrial
Gran Bretaña había sufrido un proceso de industrialización que había traído aparejada la tugurización de las ciudades.
Pensemos en las consecuencias demográficas de estos cambios si observamos el crecimiento de las ciudades de Manchester y Londres. La población de Manchester pasará de 75000 habitantes en 1801 a 600.000 en 1901, y Londres en el mismo período de 1 millón de almas a 6 millones y medio.
La preocupación de las autoridades inglesas por el hacinamiento y las condiciones de higiene, que habían creado una situación dantesca, quedaba patente en la literatura de Dickens como se describe en la novela “Nicholas Nickleby” o incluso en otra escrita por el propio Disraeli.
Dadas las dificultades en el transporte, era muy importante para los obreros estar lo más próximo posible al centro urbano, que era donde se encontraba su lugar de trabajo.
Las viviendas precarias que habitaban tenían mala iluminación, pésima ventilación, ausencia de servicios sanitarios y flagrante acumulación de residuos.
Esta situación lamentable provocaba una gran incidencia de enfermedades como el cólera o la tuberculosis que asolaron Europa entre 1830 y 1840.
Estas epidemias diezmaban a la población más pobre, por lo cual se propondrán reformas sanitarias y legislación pertinente sobre construcción y mantenimiento.
Diferentes iniciativas promoverán los cambios en la vivienda como el Labouring Classes Lodging Houses Act, con el objetivo focalizado en la erradicación de los shanty towns o tugurios, equivalentes a nuestros cantegriles.
Tan tempranamente como 1812 se producirá el Informe Chadwick sobre las condiciones de los marginados y una cadena de sucesos hará recaer la responsabilidad de la situación en las autoridades sanitarias británicas, desembocando en la aprobación de la Ley de Salud Pública en 1848.
Dicha ley establecía el tendido de una red cloacal, la recolección de residuos, el suministro de agua, caminería adecuada, inspección de mataderos y el entierro de los muertos.
Estas medidas higienistas- acompañadas con una mejora en la nutrición - harán descender la tasa de mortalidad en todo el Reino Unido.
Más allá de lo humanitario, la vivienda digna comenzará a ser vista por muchos teóricos como una alternativa a los conflictos sociales.
Consignaba el Informe Bradford “Si las clases inferiores no tienen parques ni lugares donde practicar deportes y mantener la mente ocupada, será este hecho que los conduzca al cartismo” Recordemos que el cartismo era el movimiento organizado por obreros ingleses en 1838 para reclamar el voto universal.
Resulta elocuente para entender los planes de los capitalistas europeos del siglo XIX, la opinión del francés Chamelot “Hay que construir para atarlos a la propiedad, fuente de amor y de orden”,
Muchos pensadores británicos como William Morris realizaron críticas acérrimas a la sociedad industrial, que luego tendrán eco sobre inversores que llegaron a América y acompañaron junto a sus emprendimientos industriales viviendas obreras.
La iniciativa privada tuvo también mucha incidencia en esta corrección del capitalismo frente a los peligros revolucionarios, contando con figuras de célebres filántropos o utopistas como Owen que procuraron dignificar la vivienda obrera comunitaria.
Owen imaginaba complejos que podrían albergar de 500 a 1500 personas. Esta intención estaba cargada de preceptos morales en la medida que instalaciones de este tipo eran vistas en la época como una de las vacunas contra las tentaciones viciosas, como el alcoholismo, mal reinante en los tugurios.
Por esta misma razón las intervenciones en Uruguay procuraban regular el tiempo libre del obrero en actividades saludables como el deporte, y el baile los días de cobro.
En 1845 se constituirá en Gran Bretaña la First Society for Improving the Dwellings of the Labour Class, financiada por filántropos.
A pesar de todas las iniciativas legales será recién en Vauxhall en 1892 donde se concrete un tipo de vivienda obrera en la que cada integrante de la familia pueda contar con su propio dormitorio.
En Uruguay los ejemplos de estas iniciativas de empresarios británicos se desarrollaron en Peñarol, para los empleados del ferrocarril, en Fray Bentos para los obreros del frigorífico Liebig’s y también en Conchillas (Colonia) para la extracción minera.
Arquitectos vinculados al Instituto de Historia de la Arquitectura de la facultad, Antola, Debetolaza , Ponte y Rey investigaron los asentamientos creados por ingleses en Uruguay y piensan que aunque interesantes, fueron ejemplos aislados que no incidieron demasiado sobre la organización de la empresa nacional.
Estos arquitectos estudian la calidad de la vivienda de acuerdo a la posición dentro de la compañía, la distribución de los espacios comunitarios, y el grado de imposición de la cultura británica.
Conchillas, en el departamento de Colonia, fue el lugar que más concentró una voluntad de transmitir los valores de sus propietarios en la medida que se contó con la presencia de maestras británicas y un templo de la Iglesia de Inglaterra al que los obreros debían asistir todos los domingos.
En los demás lugares la interferencia se circunscribía a la organización del tiempo de ocio, la vivienda y valores morales generales de civilidad garantizados por la educación obligatoria para sus hijos, con la promesa de incorporarse posteriormente a la plantilla de la empresa.
John adams
Sin lugar a dudas la personalidad británica más destacada en la arquitectura nacional fue el arquitecto John Adams.
Adams llega a Sudamérica en 1890, después de haber trabajado para la Compañía Maple de Londres, y se encarga de la arquitectura interior de instituciones financieras como el Banco Inglés del Río de la Plata en Buenos Aires y Rosario de Sta. Fe, así como del Banco Británico de la América del Sur en Montevideo.
Adams, oriundo de Brighton, había cursado estudios en Bath y South Kensington revalidando el título de arquitecto en Montevideo en 1894.
Fue un destacado miembro de la comunidad británica en Uruguay, y un hombre preocupado por la modernización de nuestro país. Al extremo de viajar al Reino Unido con el director uruguayo de Correos y Telégrafos con el propósito de estudiar el correo británico e incorporar su forma de funcionamiento innovador al sistema nacional.
Su vinculación con el Uruguay no acaba con su partida a Gran Bretaña, ya que ocupará el cargo de agregado comercial del consulado uruguayo en Londres hasta su muerte en 1938.
La obra de John Adams no es el tema central de nuestro trabajo, pero es interesante señalar la cantidad de obras que dejó en el paisaje montevideano, siguiendo el estilo neoclásico en boga en la Inglaterra del momento.
El Neoclasicismo como en tantos otros lugares fue adoptado en Montevideo por la arquitectura oficial como símbolo de adustez e identidad republicana del nuevo país. Una prueba de ello la constituye los edificios señeros de la arquitectura de Estado, como el Palacio Estévez, la central del Banco República, el Palacio Legislativo, el Cabildo, o la catedral metropolitana.
Adams es autor de innumerables obras en el Uruguay, a saber: el Banco de Londres y el Río de la Plata en Zabala y Cerrito La Agencia Marítima Houlder en Solís y Cerrito, el depósito de la importadora de los Taranco, la embajada británica en Montevideo en el Parque Batlle, el hospital Británico, el Banco Inglés en 25 de Mayo, o la casa de los empleados de la Compañía del Gas en Maldonado y Durazno.
Algunas de estas obras no fueron diseñada por Adams, sino que la empresa de Adams se dedicó a construirlas siguiendo los proyectos de otros arquitectos, como es el caso del Palacio Taranco.
Construyó su propia residencia montevideana en Uruguay y Mercedes, el complejo de Casas Caubarrère en Soriano e Ibicuy, la compañía de Tranvías La Transatlántica, la usina de los tranvías en Bella Vista, las instalaciones de la Compañía de Aguas Corrientes, y el edificio del London - París que fue inicialmente una empresa de seguros: la Standard Life Assurance Company.
Una de las obras más destacadas fue el Victoria Hall, hoy teatro Victoria, contiguo a una logia masónica y a la propia casa de Adams.
El préstamo para la realización de esta obra fue concedido por la Sociedad del Cementerio Inglés, la institución que luego venderá el edificio al Banco de Seguros del Estado, su propietario actual.
El Victoria Hall fue un teatro conmemorativo de la colectividad británica, inaugurado en 1897 y dedicado a celebrar las bodas de oro en el trono de la reina Victoria.
Resulta de especial interés el depósito de la firma Taranco, exportadora e importadora de víveres en Montevideo, realizado por John Adams, por tener elementos relacionados con nuestro principal tema, la arquitectura de hierro y vidrio con fines comerciales.
Este almacén de víveres en la calle Cerrito 470 poseía un esqueleto interno de hierro con columnas de hierro fundido y vigas metálicas, que lo hacen un exponente local de la arquitectura de hierro.
Nuevos materiales para la arquitectura
La arquitectura de hierro y vidrio en el siglo XIX resultó ser una novedad fundamental derivada de la revolución industrial.
Aunque en realidad la aplicación del hierro a la arquitectura data de la Antigüedad, y fue utilizado por los romanos como asistencia a la estructura, era acompañado por mampostería de piedra o ladrillo. Se usaba como refuerzo, aunque a veces tenía como falla que solía romper la piedra, por lo cual se implementó a posteriori el recubrimiento con plomo.
Esta situación cambiará con el transcurso del tiempo con el surgimiento del hormigón armado, en la década de 1880.
Volviendo a su empleo en el pasado, en el siglo XIII se había utilizado hierro en la construcción de algunas catedrales, así como en la fachada del Louvre en 1667 , pero siempre como auxilio a la resistencia de los materiales.
Se destaca la intervención de Sir Christopher Wren , quien utilizará en 1706 columnas de hierro para sostener las galerías de la Cámara de los Comunes del Parlamento de Londres.
En el siglo XVIII se comenzarán a construir en Gran Bretaña los invernaderos, puentes y naves de almacenaje que le darán otro protagonismo a la arquitectura de hierro propiamente dicha.
La producción de hierro
Los cambios técnicos propiciados por las investigaciones provenientes de las necesidades de la revolución industrial hicieron factible la disposición del hierro como material para la arquitectura.
El hierro se obtiene por una reacción química en el óxido de hierro a través del calentamiento del mismo metal en estado casi puro, a una temperatura de 1500 grados, para luego lograr las láminas.
La fundición del hierro contó con diferentes procedimientos a través de la historia del hombre.
Las primeras fundiciones se llevaron a cabo con carbón de leña y en el siglo XVIII se iniciará la fundición por medio del carbón de coke, Será el británico Henry Cort quien patente este nuevo tipo de pudelado que revolucione a la industria del hierro antes de iniciarse el siglo XIX.
La sustitución de la leña por el carbón de coke es la que permitirá la elaboración industrial del hierro, pasándose del hierro fundido - que era demasiado frágil para la construcción - al hierro forjado o laminado, más resistente.
La resistencia del hierro forjado a los procesos de corrosión y oxidación es cuatro veces mayor, convirtiéndose en un metal con alta capacidad de tracción y fácilmente soldable, ideal para estructuras de gran tamaño.
Estos nuevos materiales que revolucionaron la arquitectura poseían múltiples ventajas sobre la arquitectura tradicional de mampostería.
La revolución industrial permitirá la producción en grandes cantidades y a bajo costo de las barras de hierro necesarias para armar las estructuras.
Gran Bretaña tendrá una imperiosa necesidad de contar con este tipo de barras, esenciales para la construcción de rieles ferroviarios.
Abraham Darby en 1767 se consagrará como el precursor de la producción en serie de estos elementos, que convertirán a Gran Bretaña en la pionera de la comunicación ferroviaria decimonónica: completando16000 km de vías férreas en 1860.
Entre 1810 y 1830 se logrará duplicar la producción de hierro en barras llegando a constituir la mitad de la producción mundial entre 1830 y 1850.
Sólo descenderá por razones circunstanciales, como sucedió durante la guerra de Crimea, debido a la necesidad de consumo de hierro en la industria bélica.
Una segunda razón de peso fue la posibilidad de prefabricar los elementos fácilmente, transportarlos, venderlos por catálogo y luego exportarlos en forma de kits prefabricados que podían ser armados en destino. Esta novedad convertirá a esta industria en el buque insignia de la estandarización.
Por otra parte, las cualidades intrínsecas de este metal como material de soporte permitirán cubrir amplios espacios techados, con un ínfimo estorbo de puntos de apoyo, redundando en un mejor aprovechamiento del espacio interior.
La economía en tiempo y costo de construcción hacía del hierro un material imbatible frente a la mampostería. Sólo restaba decidir cuál sería su uso estético aceptable para la arquitectura.
Resultaba además una buena opción frente a la madera que con frecuencia provocaba incendios accidentales.
Las estructuras creadas ofrecían también la posibilidad de ser desmontadas y montadas en otros lugares con otras funciones diferentes para las que habían sido fabricadas.
En lo que a la estética se refiere, veremos que revalorizará el desarrollo dimensional de la arquitectura, al liberar a la geometría volumétrica del peso de la masa.
La arquitectura de los grandes edificios había tenido que contar con el muro como delimitador del espacio interior y exterior, mientras que ahora con el hierro y el vidrio se eliminará esta distinción, al contar con una volumetría transparente que priorizará el vacío frente a la masa.
La iluminación interior es apenas menor que la exterior, algo que no podía suceder jamás con la predominancia del muro.
Como ya hemos señalado, el liderazgo técnico lo ejercerá Gran Bretaña, destacándose por las fundiciones que exportaban estructuras a todo el mundo, tanto podía ser un faro a las Islas Bermudas o llegar a la extravagancia de la empresa londinense John Walter que construirá un palacio entero prefabricado para enviarlo a un rey africano en 1843.
Todo resulta un círculo virtuoso ya que estos singulares envíos intercontinentales eran a su vez posibles en menor tiempo gracias a la invención y difusión del barco a vapor, que tendrá su auge en la década de1860. Se fletarán con celeridad de entrega estaciones de trenes, mercados, faros y estructuras que se dirigían tanto a EE.UU., Australia o a Sudamérica.
Los fundidores ingleses y escoceses se convertirían de esta forma en los impulsores del progreso industrial.
La última etapa del hierro la constituirá el avance hacia el proceso de fundido que convierta al hierro en acero.
Ya en 1850 los ingenieros y arquitectos habían notado que el hierro forjado no era tan resistente al fuego como se creía, por lo cual se vieron en la obligación de imaginar otro procedimiento para la fundición del hierro que lo hiciese más consistente.
En 1855 Henry Bessemer inventará un nuevo método para producir acero que fortalecerá las grandes estructuras. Thomas y Gilricht lo aplicarán posteriormente de forma sistemática en la década de 1880.
Otro pilar que coadyuvó fue el progreso científico, que significó una contribución fundamental para la arquitectura de hierro y vidrio, al facilitar los cálculos de cargas y tensiones en la construcción.
Durante el siglo XIX proliferarán las escuelas especializadas en la formación de ingenieros actuando como receptoras de todo los avances.
En París, se iniciará la polémica entre la Escuela Politécnica, fundada en 1795 por la tecnocracia de ingenieros, y los arquitectos que se formaban en la Escuela de Bellas Artes
La colisión de intereses se producirá justamente a partir de la arquitectura de hierro y vidrio debido a que ambas profesiones competirán por el mismo mercado: la construcción.
Los pioneros
La primera construcción que empleó el hierro como elemento estructural fue la iglesia de St. Anne construida en 1770 en Liverpool, cinco años antes que el famoso puente de Coalbrookdale construido por Thomas Farnolls Pritchard sobre el río Severn.
Farnolls era arquitecto y trabajará en un momento donde estas obras podían ser sólo emprendidas por ingenieros, quienes conocían mejor los cálculos de la resistencia de los materiales.
Este puente de Coalbrookdale será el pionero de otras series de puentes que se desplegarán por diferentes puntos de las Islas Británicas y el mundo.
En el caso de la arquitectura de puentes la obsesión de los técnicos era conseguir un material que permitiera la mayor luz posible, ensamblando estructuras para unir dos orillas. El hierro resultaba el material ideal para cumplir con este propósito.
Cubiertas y costillares
En lo que a cubiertas se refiere, se comenzará con algunas claraboyas pequeñas antes que el arquitecto británico Soane, utilice el hierro exitosamente en el Banco de Inglaterra para cubrir el óculo central de 7 metros con hierro y vidrio, eliminando totalmente la madera en las bóvedas .
Posteriormente se realizará la Bolsa del Carbón de Londres, de 1846 conformando una gran jaula de elementos de hierro que se elevaban hasta la cúpula acristalada que la cubría.
Recién en el Mercado del Trigo de París, obra de los ingenieros Belanger y Brunet, se utilizará el costillar de hierro, adquiriendo un carácter protagónico dentro del conjunto arquitectónico.
Esparcimiento
En lo que a edificios destinados al esparcimiento se refiere, la arquitectura de hierro y vidrio se va a hacer efectiva por primera vez en el teatro Smirke’s Covent de Londres en 1808. Para erigirlo se utilizaron como sostén columnas de hierro en forma de tubo, que resultaban más resistentes que las barras, y hasta permitían incluir detalles decorativos con reminiscencias historicistas.
Templos
En la ciudad de Liverpool se difundirán soluciones en hierro que se aplicarán a los templos como fueron los casos de las iglesias de St George y la de St Michael en 1813 y 1816 respectivamente.
El hierro verá también incrementada su utilización en la construcción de templos promovida por una ley británica que dotaba una cantidad astronómica para la construcción de iglesias en el siglo XIX. La ventaja de este procedimiento era acelerar el tiempo de construcción y aprovechar esta dotación excepcional para construir en poco tiempo.
Algunas de las estructuras utilizadas experimentaron la influencia del neogótico o Gothic Revival que floreció en las Islas Británicas en el siglo XIX, en edificios de todo tipo, desde el Museo de la Ciencia de Oxford en hierro y vidrio con arcos ojivales, hasta obras en mampostería para edificios públicos, templos, mansiones y casas de campo de la aristocracia.
Ferrocarriles
Las soluciones brindadas por los nuevos materiales encontrarán una perfecta aplicación en el epítome de la arquitectura con fines prácticos y vanguardistas: las estaciones ferroviarias. Estaciones como la de Euston, hoy desaparecida, St Pancras, King’s Cross, y Paddington en Londres, o la Midlands en Oxford, funcionaron como ejemplos vivos de la más avanzada modernidad, exhibiendo las maravillas de la arquitectura de hierro y vidrio al servicio de la nueva sociedad industrial que miraba con orgullo hacia el futuro.
En Uruguay el tren se inaugurará recién en 1869 con la línea que unía Bella Vista con Las Piedras, a partir de la década del 70 se irán multiplicando las necesidades de hierro para el tendido de vías férreas o estaciones de trenes y tranvías, que tendrán estrechas vinculaciones con los capitales británicos.
Locales comerciales
Otro de los usos frecuentes del hierro fue su utilización para cubrir fachadas de locales comerciales, llegando incluso a asociarse con la arquitectura de los grandes almacenes, que se iniciaban como novedosos puntos de venta, revolucionarios del mercado minorista mundial.
Esta solución para fachadas se dejó de emplear al poco tiempo, debido a que cuando se producían incendios, la alta temperatura fundía el metal provocando derrumbamientos fatales.
Con el transcurso de los años la arquitectura de hierro y vidrio se incorporará al paisaje urbano en estructuras comerciales, a veces en forma de galerías con esta finalidad, como la de Víctor Manuel en Milán.
Exotismo
Como una curiosidad de la época, como curiosidad exótica, sin una función definida se destaca el Pavilion de Brighton, del arquitecto John Nash , coronado con cúpulas de cebolla de estilo oriental, pero en hierro forjado.
América
Las estructuras innovadoras también se aplicarán en América en diferentes construcciones, un ejemplo sobresaliente fue la cúpula del Capitolio de Washington de 1855. La eclosión en el otro lado del Atlántico se produjo a finales del siglo XIX en los rascacielos de Chicago y Nueva York, una originalidad del nuevo continente que lo distanciará de Europa en el desarrollo de estas altas torres que se elevarán en el paisaje americano.
Rechazo como solución estética
En general la estructura de hierro y vidrio se solía enmascarar con mampostería, usándose sólo como montante, debido a que aún no se consideraba una solución estética valedera para que quedase al desnudo.
Poco a poco se irá dejando el hierro al descubierto y se difundirá la aceptación de este nuevo material para la arquitectura de prestigio.
El rechazo que concitó en un principio este tipo de arquitectura lo podemos entender a través de un ejemplo. Cuando en Inglaterra se alzó una iglesia en hierro y vidrio, el obispo local se negó a consagrarla por no considerarla una arquitectura digna para un templo de Dios.
Otro ejemplo lo constituye el actual Museo de la Ciencia de Londres en South Kensigton, , que en su momento fue motivo de burla entre los arquitectos y el público en general, por su estructura de hierro al desnudo, lo llamaban la caldera de Brompton.
Un gran espaldarazo oficial a estas estructuras, lo constituyó el encargo de una sala de baile prefabricada en hierro y vidrio para el Castillo de Balmoral , Escocia, adquirido en 1852 por el Príncipe Alberto, esposo de la Reina Victoria.
Recién en la exposición de París de 1878 se puede decir que el hierro queda a la vista sin complejos.
Las primeras estructuras de hierro y vidrio, generaban tanta admiración como inseguridad, mucha gente temía que aquellas moles se viniesen abajo como un castillo de naipes y se rehusaban a entrar dentro del recinto.
Existía también el factor estético, el rechazo a la vista, se consideraba un material un poco vasto para poseer una cualidad estética intrínseca, por eso debía revestirse con mampostería.
Las críticas frente a la fealdad del hierro llevará a Batteaux a opinar que “la arquitectura no es un espectáculo, sino un servicio” Muchos arquitectos como el norteamericano Sullivan compararán a las obras con un barco en el que la belleza es sinónimo del buen navegar, y no por su ornamentación o los materiales empleados..
La aceptación de los nuevos materiales al desnudo abonará el camino hacia la arquitectura contemporánea funcionalista que se desarrollará en los inicios del siglo XX.
En diferentes momentos de la historia de la arquitectura la función se ha inclinado frente a la decoración Uno de los estilos que se originarán en las postrimerías del siglo XIX, la arquitectura Art Nouveau, contará con el hierro maleable para sus decoraciones alambicadas, con volutas, curvas y motivos florales. Esto equivalió a darle la bienvenida a los materiales que permitían estos detalles decorativos.
El punto álgido de los estructuralistas en hierro será la Torre Eiffel construida para la exposición universal que conmemoraba el centenario de la revolución francesa, en 1889. Se erige así el edificio más alto del mundo, y esta vez será Francia la que se lleve los laureles.
En la concepción del progreso propia del siglo XIX el papel jugado por la industria constituirá la base del poderío imperial británico. Y será frecuentemente utilizado como signo de la superioridad intelectual que justificaba el colonialismo practicado desde Londres.
Paxton y el palacio de cristal
Este carácter de “bofetada cultural” se hará presente en las exposiciones universales. Estas exposiciones se distinguían por ser acontecimientos especialísimos y fungían de espacio de competencia entre las potencias industriales, las cuales podían luego presumir de poseer las últimas invenciones tecnológicas que demostraban su “superioridad”.
Con motivo de una de estas exposiciones universales: la de Londres de 1851 se presentará la obra cumbre de la arquitectura en hierro y vidrio: el Palacio de Cristal de Paxton. Joseph Paxton era jardinero del Duque de Devonshire. Según cuenta la tradición a este hombre de Bedfordshire se le ocurre la idea de la construcción de un costillar de hierro a partir de los camalotes.
Su hija por accidente se cayó en un estanque encima de una Victoria Regia, y Paxton al ver que la niña no se hundía y flotaba, comprendió la resistencia de las nervaduras.
El jardinero aplicará luego la fórmula a los costillares de hierro para la construcción de invernaderos que sorprenderán por lo innovadores, y porque permitirán conservar vegetación tropical en un clima poco propicio como el del Reino Unido.
Gran Bretaña será pionera en este tipo de arquitectura, y afortunadamente algunos de ellos aún se mantienen en pie como testigos de esos avances, como el Palm Stove en Kew Gardens.
El Palacio de Cristal de Londres significó la culminación de las investigaciones de Paxton abriendo el camino para la construcción de otros palacios de cristal que se difundirán por todo el mundo, Madrid, Munich, Dublín y Nueva York. Y si bien la razón principal para este tipo de arquitectura fue evitar incendios, la mayoría de ellos, salvo el de Madrid acabaron incendiándose.
El mismo Palacio de Paxton, corrió esa suerte luego de ser trasladado de Londres a Sydenham en los años treinta de siglo XX.
La mole del Palacio de Cristal de Londres sorprendió a propios y extraños, desde el inicio, ya que se alzó en el tiempo record de seis meses. Llevó tres meses la construcción de la estructura y tres meses el armado. Constaba de una estructura de 93000 metros cuadrados, de 560m x 137m, con casi 300 mil paneles de vidrio.
Tenía además de hierro, vigas de madera ahuecadas, que actuaban de caños de desagüe.
La operación consistía en el ensamblado de módulos de unos 7,5 m.
Causó sensación en el mundo de la ciencia y la técnica colocando a Inglaterra a la vanguardia de la arquitectura experimental.
La arquitectura de mercados
Dentro de la tipología creada por la arquitectura de hierro y vidrio destacan también los mercados, nuestro tema principal.
Entre 1857 y 1900 se construyen más de treinta mercados sólo en París con esta estructura novedosa.
Los antecedentes de la construcción de mercados se remontan a los “halles” de los Países Bajos en el siglo XIII, y luego aparecerán las Loggias Italianas del Renacimiento, ya que antes este tipo de comercio desarrollaba al aire libre. Como ocurrirá en la ciudad de Montevideo inmediatamente después de su fundación.
Alfredo Castellanos recoge información de los lugares donde se llevaba a cabo esta actividad de intercambio comercial.
Para el comercio de la carne se contaba con la Recova, detrás del Cabildo, y para las frutas, verduras y aves el lado sur de la Plaza Matriz; mientras que los pescados se vendían por el lado de la calle Treinta y Tres.
El Mercado Viejo era el más antiguo, existía desde 1836 dentro de la Ciudadela.. Cuando se procede a demoler el recinto amurallado se lo trasladará detrás del Teatro Solís, en el predio donde hoy se ubica el Mercado Central. A este edificio se le llamará Mercado Nuevo y será construido por otro arquitecto inglés Thomas Havers en 1869. El primer día de su inauguración sucedió un episodio muy folclórico que registra la prensa del momento: Se había inunda el novel mercado por una copiosa lluvia y los verduleros indignados reciben a su autor a tomatazos y papazos en señal de protesta.
Havers será también el arquitecto de la antigua sede del correo en la calle Sarandi.
En lo que a mercados se refiere la ciudad contará con dos mercados más : el Mercado Chico o del Oeste, también conocido como Mercado Sostoa en Pérez Castellano y Sarandí, inaugurado en 1839, además del Mercado del Este, inaugurado en 1859, donde hoy se encuentra el Mercado de la Abundancia, en San José y Yaguarón. Todos poseían estructuras de madera. El Mercado del Puerto será el primero en hierro y vidrio del Uruguay. Luego vendrá el Mercado Agrícola, que aprovechará una estructura de pabellón de exposiciones en Bélgica cuyas partes en hierro fueron fabricadas en Londres por Edward Wood en 1908.
Didier Calvar
La influencia ejercida por el Imperio Británico trasciende lo más popularmente conocido como fue el aporte a la prensa, la importación del fútbol por los trabajadores del ferrocarril, o las razas bovinas que se cruzaron con las locales.
Diferentes empresarios británicos trajeron al Río de la Plata ideas que ya se aplicaban en su país de origen, entre las que se incluyen las tendientes a la organización del espacio, en lo urbanístico y lo arquitectónico.
Podemos mencionar la arquitectura de saladeros aplicadas por Samuel Lafone en el Cerro, más precisamente en el Rincón de la Teja - después de su arribo al Uruguay en 1825 - así como de viviendas obreras, como el llamado conventillo de Lafone, y planes de construcción más formales como el proyecto Villa Cosmópolis de 1835 que albergaría trabajadores de diferentes partes de Europa.
En Gran Bretaña soluciones como las de los factory towns o company towns, existían desde 1820, por lo cual no resulta extraño que inspiraran a los inversores ingleses emigrados a América.
Empresarios con ideas filantrópicas que en el caso de Lafone, deberíamos matizar, ya que si bien destacará por su aporte a la comunidad británica de Montevideo donando el dinero para la construcción del antiguo Templo Inglés de Montevideo en 1843 (el primer templo de la Iglesia de Inglaterra en América Latina) Por otro lado con el gobierno de la defensa, que fue su deudor, resultó implacable, cobrándole el préstamo efectuado en oro y con creces.
Esta filantropía fue acompañada de un afán de lucro y de condiciones laborales mejoradas para alcanzar una mayor productividad por parte de los trabajadores.
Lo que demuestra una visión burguesa más moderna que los distanciaba de los empresarios esclavistas.
Urbanismo y revolución industrial
Gran Bretaña había sufrido un proceso de industrialización que había traído aparejada la tugurización de las ciudades.
Pensemos en las consecuencias demográficas de estos cambios si observamos el crecimiento de las ciudades de Manchester y Londres. La población de Manchester pasará de 75000 habitantes en 1801 a 600.000 en 1901, y Londres en el mismo período de 1 millón de almas a 6 millones y medio.
La preocupación de las autoridades inglesas por el hacinamiento y las condiciones de higiene, que habían creado una situación dantesca, quedaba patente en la literatura de Dickens como se describe en la novela “Nicholas Nickleby” o incluso en otra escrita por el propio Disraeli.
Dadas las dificultades en el transporte, era muy importante para los obreros estar lo más próximo posible al centro urbano, que era donde se encontraba su lugar de trabajo.
Las viviendas precarias que habitaban tenían mala iluminación, pésima ventilación, ausencia de servicios sanitarios y flagrante acumulación de residuos.
Esta situación lamentable provocaba una gran incidencia de enfermedades como el cólera o la tuberculosis que asolaron Europa entre 1830 y 1840.
Estas epidemias diezmaban a la población más pobre, por lo cual se propondrán reformas sanitarias y legislación pertinente sobre construcción y mantenimiento.
Diferentes iniciativas promoverán los cambios en la vivienda como el Labouring Classes Lodging Houses Act, con el objetivo focalizado en la erradicación de los shanty towns o tugurios, equivalentes a nuestros cantegriles.
Tan tempranamente como 1812 se producirá el Informe Chadwick sobre las condiciones de los marginados y una cadena de sucesos hará recaer la responsabilidad de la situación en las autoridades sanitarias británicas, desembocando en la aprobación de la Ley de Salud Pública en 1848.
Dicha ley establecía el tendido de una red cloacal, la recolección de residuos, el suministro de agua, caminería adecuada, inspección de mataderos y el entierro de los muertos.
Estas medidas higienistas- acompañadas con una mejora en la nutrición - harán descender la tasa de mortalidad en todo el Reino Unido.
Más allá de lo humanitario, la vivienda digna comenzará a ser vista por muchos teóricos como una alternativa a los conflictos sociales.
Consignaba el Informe Bradford “Si las clases inferiores no tienen parques ni lugares donde practicar deportes y mantener la mente ocupada, será este hecho que los conduzca al cartismo” Recordemos que el cartismo era el movimiento organizado por obreros ingleses en 1838 para reclamar el voto universal.
Resulta elocuente para entender los planes de los capitalistas europeos del siglo XIX, la opinión del francés Chamelot “Hay que construir para atarlos a la propiedad, fuente de amor y de orden”,
Muchos pensadores británicos como William Morris realizaron críticas acérrimas a la sociedad industrial, que luego tendrán eco sobre inversores que llegaron a América y acompañaron junto a sus emprendimientos industriales viviendas obreras.
La iniciativa privada tuvo también mucha incidencia en esta corrección del capitalismo frente a los peligros revolucionarios, contando con figuras de célebres filántropos o utopistas como Owen que procuraron dignificar la vivienda obrera comunitaria.
Owen imaginaba complejos que podrían albergar de 500 a 1500 personas. Esta intención estaba cargada de preceptos morales en la medida que instalaciones de este tipo eran vistas en la época como una de las vacunas contra las tentaciones viciosas, como el alcoholismo, mal reinante en los tugurios.
Por esta misma razón las intervenciones en Uruguay procuraban regular el tiempo libre del obrero en actividades saludables como el deporte, y el baile los días de cobro.
En 1845 se constituirá en Gran Bretaña la First Society for Improving the Dwellings of the Labour Class, financiada por filántropos.
A pesar de todas las iniciativas legales será recién en Vauxhall en 1892 donde se concrete un tipo de vivienda obrera en la que cada integrante de la familia pueda contar con su propio dormitorio.
En Uruguay los ejemplos de estas iniciativas de empresarios británicos se desarrollaron en Peñarol, para los empleados del ferrocarril, en Fray Bentos para los obreros del frigorífico Liebig’s y también en Conchillas (Colonia) para la extracción minera.
Arquitectos vinculados al Instituto de Historia de la Arquitectura de la facultad, Antola, Debetolaza , Ponte y Rey investigaron los asentamientos creados por ingleses en Uruguay y piensan que aunque interesantes, fueron ejemplos aislados que no incidieron demasiado sobre la organización de la empresa nacional.
Estos arquitectos estudian la calidad de la vivienda de acuerdo a la posición dentro de la compañía, la distribución de los espacios comunitarios, y el grado de imposición de la cultura británica.
Conchillas, en el departamento de Colonia, fue el lugar que más concentró una voluntad de transmitir los valores de sus propietarios en la medida que se contó con la presencia de maestras británicas y un templo de la Iglesia de Inglaterra al que los obreros debían asistir todos los domingos.
En los demás lugares la interferencia se circunscribía a la organización del tiempo de ocio, la vivienda y valores morales generales de civilidad garantizados por la educación obligatoria para sus hijos, con la promesa de incorporarse posteriormente a la plantilla de la empresa.
John adams
Sin lugar a dudas la personalidad británica más destacada en la arquitectura nacional fue el arquitecto John Adams.
Adams llega a Sudamérica en 1890, después de haber trabajado para la Compañía Maple de Londres, y se encarga de la arquitectura interior de instituciones financieras como el Banco Inglés del Río de la Plata en Buenos Aires y Rosario de Sta. Fe, así como del Banco Británico de la América del Sur en Montevideo.
Adams, oriundo de Brighton, había cursado estudios en Bath y South Kensington revalidando el título de arquitecto en Montevideo en 1894.
Fue un destacado miembro de la comunidad británica en Uruguay, y un hombre preocupado por la modernización de nuestro país. Al extremo de viajar al Reino Unido con el director uruguayo de Correos y Telégrafos con el propósito de estudiar el correo británico e incorporar su forma de funcionamiento innovador al sistema nacional.
Su vinculación con el Uruguay no acaba con su partida a Gran Bretaña, ya que ocupará el cargo de agregado comercial del consulado uruguayo en Londres hasta su muerte en 1938.
La obra de John Adams no es el tema central de nuestro trabajo, pero es interesante señalar la cantidad de obras que dejó en el paisaje montevideano, siguiendo el estilo neoclásico en boga en la Inglaterra del momento.
El Neoclasicismo como en tantos otros lugares fue adoptado en Montevideo por la arquitectura oficial como símbolo de adustez e identidad republicana del nuevo país. Una prueba de ello la constituye los edificios señeros de la arquitectura de Estado, como el Palacio Estévez, la central del Banco República, el Palacio Legislativo, el Cabildo, o la catedral metropolitana.
Adams es autor de innumerables obras en el Uruguay, a saber: el Banco de Londres y el Río de la Plata en Zabala y Cerrito La Agencia Marítima Houlder en Solís y Cerrito, el depósito de la importadora de los Taranco, la embajada británica en Montevideo en el Parque Batlle, el hospital Británico, el Banco Inglés en 25 de Mayo, o la casa de los empleados de la Compañía del Gas en Maldonado y Durazno.
Algunas de estas obras no fueron diseñada por Adams, sino que la empresa de Adams se dedicó a construirlas siguiendo los proyectos de otros arquitectos, como es el caso del Palacio Taranco.
Construyó su propia residencia montevideana en Uruguay y Mercedes, el complejo de Casas Caubarrère en Soriano e Ibicuy, la compañía de Tranvías La Transatlántica, la usina de los tranvías en Bella Vista, las instalaciones de la Compañía de Aguas Corrientes, y el edificio del London - París que fue inicialmente una empresa de seguros: la Standard Life Assurance Company.
Una de las obras más destacadas fue el Victoria Hall, hoy teatro Victoria, contiguo a una logia masónica y a la propia casa de Adams.
El préstamo para la realización de esta obra fue concedido por la Sociedad del Cementerio Inglés, la institución que luego venderá el edificio al Banco de Seguros del Estado, su propietario actual.
El Victoria Hall fue un teatro conmemorativo de la colectividad británica, inaugurado en 1897 y dedicado a celebrar las bodas de oro en el trono de la reina Victoria.
Resulta de especial interés el depósito de la firma Taranco, exportadora e importadora de víveres en Montevideo, realizado por John Adams, por tener elementos relacionados con nuestro principal tema, la arquitectura de hierro y vidrio con fines comerciales.
Este almacén de víveres en la calle Cerrito 470 poseía un esqueleto interno de hierro con columnas de hierro fundido y vigas metálicas, que lo hacen un exponente local de la arquitectura de hierro.
Nuevos materiales para la arquitectura
La arquitectura de hierro y vidrio en el siglo XIX resultó ser una novedad fundamental derivada de la revolución industrial.
Aunque en realidad la aplicación del hierro a la arquitectura data de la Antigüedad, y fue utilizado por los romanos como asistencia a la estructura, era acompañado por mampostería de piedra o ladrillo. Se usaba como refuerzo, aunque a veces tenía como falla que solía romper la piedra, por lo cual se implementó a posteriori el recubrimiento con plomo.
Esta situación cambiará con el transcurso del tiempo con el surgimiento del hormigón armado, en la década de 1880.
Volviendo a su empleo en el pasado, en el siglo XIII se había utilizado hierro en la construcción de algunas catedrales, así como en la fachada del Louvre en 1667 , pero siempre como auxilio a la resistencia de los materiales.
Se destaca la intervención de Sir Christopher Wren , quien utilizará en 1706 columnas de hierro para sostener las galerías de la Cámara de los Comunes del Parlamento de Londres.
En el siglo XVIII se comenzarán a construir en Gran Bretaña los invernaderos, puentes y naves de almacenaje que le darán otro protagonismo a la arquitectura de hierro propiamente dicha.
La producción de hierro
Los cambios técnicos propiciados por las investigaciones provenientes de las necesidades de la revolución industrial hicieron factible la disposición del hierro como material para la arquitectura.
El hierro se obtiene por una reacción química en el óxido de hierro a través del calentamiento del mismo metal en estado casi puro, a una temperatura de 1500 grados, para luego lograr las láminas.
La fundición del hierro contó con diferentes procedimientos a través de la historia del hombre.
Las primeras fundiciones se llevaron a cabo con carbón de leña y en el siglo XVIII se iniciará la fundición por medio del carbón de coke, Será el británico Henry Cort quien patente este nuevo tipo de pudelado que revolucione a la industria del hierro antes de iniciarse el siglo XIX.
La sustitución de la leña por el carbón de coke es la que permitirá la elaboración industrial del hierro, pasándose del hierro fundido - que era demasiado frágil para la construcción - al hierro forjado o laminado, más resistente.
La resistencia del hierro forjado a los procesos de corrosión y oxidación es cuatro veces mayor, convirtiéndose en un metal con alta capacidad de tracción y fácilmente soldable, ideal para estructuras de gran tamaño.
Estos nuevos materiales que revolucionaron la arquitectura poseían múltiples ventajas sobre la arquitectura tradicional de mampostería.
La revolución industrial permitirá la producción en grandes cantidades y a bajo costo de las barras de hierro necesarias para armar las estructuras.
Gran Bretaña tendrá una imperiosa necesidad de contar con este tipo de barras, esenciales para la construcción de rieles ferroviarios.
Abraham Darby en 1767 se consagrará como el precursor de la producción en serie de estos elementos, que convertirán a Gran Bretaña en la pionera de la comunicación ferroviaria decimonónica: completando16000 km de vías férreas en 1860.
Entre 1810 y 1830 se logrará duplicar la producción de hierro en barras llegando a constituir la mitad de la producción mundial entre 1830 y 1850.
Sólo descenderá por razones circunstanciales, como sucedió durante la guerra de Crimea, debido a la necesidad de consumo de hierro en la industria bélica.
Una segunda razón de peso fue la posibilidad de prefabricar los elementos fácilmente, transportarlos, venderlos por catálogo y luego exportarlos en forma de kits prefabricados que podían ser armados en destino. Esta novedad convertirá a esta industria en el buque insignia de la estandarización.
Por otra parte, las cualidades intrínsecas de este metal como material de soporte permitirán cubrir amplios espacios techados, con un ínfimo estorbo de puntos de apoyo, redundando en un mejor aprovechamiento del espacio interior.
La economía en tiempo y costo de construcción hacía del hierro un material imbatible frente a la mampostería. Sólo restaba decidir cuál sería su uso estético aceptable para la arquitectura.
Resultaba además una buena opción frente a la madera que con frecuencia provocaba incendios accidentales.
Las estructuras creadas ofrecían también la posibilidad de ser desmontadas y montadas en otros lugares con otras funciones diferentes para las que habían sido fabricadas.
En lo que a la estética se refiere, veremos que revalorizará el desarrollo dimensional de la arquitectura, al liberar a la geometría volumétrica del peso de la masa.
La arquitectura de los grandes edificios había tenido que contar con el muro como delimitador del espacio interior y exterior, mientras que ahora con el hierro y el vidrio se eliminará esta distinción, al contar con una volumetría transparente que priorizará el vacío frente a la masa.
La iluminación interior es apenas menor que la exterior, algo que no podía suceder jamás con la predominancia del muro.
Como ya hemos señalado, el liderazgo técnico lo ejercerá Gran Bretaña, destacándose por las fundiciones que exportaban estructuras a todo el mundo, tanto podía ser un faro a las Islas Bermudas o llegar a la extravagancia de la empresa londinense John Walter que construirá un palacio entero prefabricado para enviarlo a un rey africano en 1843.
Todo resulta un círculo virtuoso ya que estos singulares envíos intercontinentales eran a su vez posibles en menor tiempo gracias a la invención y difusión del barco a vapor, que tendrá su auge en la década de1860. Se fletarán con celeridad de entrega estaciones de trenes, mercados, faros y estructuras que se dirigían tanto a EE.UU., Australia o a Sudamérica.
Los fundidores ingleses y escoceses se convertirían de esta forma en los impulsores del progreso industrial.
La última etapa del hierro la constituirá el avance hacia el proceso de fundido que convierta al hierro en acero.
Ya en 1850 los ingenieros y arquitectos habían notado que el hierro forjado no era tan resistente al fuego como se creía, por lo cual se vieron en la obligación de imaginar otro procedimiento para la fundición del hierro que lo hiciese más consistente.
En 1855 Henry Bessemer inventará un nuevo método para producir acero que fortalecerá las grandes estructuras. Thomas y Gilricht lo aplicarán posteriormente de forma sistemática en la década de 1880.
Otro pilar que coadyuvó fue el progreso científico, que significó una contribución fundamental para la arquitectura de hierro y vidrio, al facilitar los cálculos de cargas y tensiones en la construcción.
Durante el siglo XIX proliferarán las escuelas especializadas en la formación de ingenieros actuando como receptoras de todo los avances.
En París, se iniciará la polémica entre la Escuela Politécnica, fundada en 1795 por la tecnocracia de ingenieros, y los arquitectos que se formaban en la Escuela de Bellas Artes
La colisión de intereses se producirá justamente a partir de la arquitectura de hierro y vidrio debido a que ambas profesiones competirán por el mismo mercado: la construcción.
Los pioneros
La primera construcción que empleó el hierro como elemento estructural fue la iglesia de St. Anne construida en 1770 en Liverpool, cinco años antes que el famoso puente de Coalbrookdale construido por Thomas Farnolls Pritchard sobre el río Severn.
Farnolls era arquitecto y trabajará en un momento donde estas obras podían ser sólo emprendidas por ingenieros, quienes conocían mejor los cálculos de la resistencia de los materiales.
Este puente de Coalbrookdale será el pionero de otras series de puentes que se desplegarán por diferentes puntos de las Islas Británicas y el mundo.
En el caso de la arquitectura de puentes la obsesión de los técnicos era conseguir un material que permitiera la mayor luz posible, ensamblando estructuras para unir dos orillas. El hierro resultaba el material ideal para cumplir con este propósito.
Cubiertas y costillares
En lo que a cubiertas se refiere, se comenzará con algunas claraboyas pequeñas antes que el arquitecto británico Soane, utilice el hierro exitosamente en el Banco de Inglaterra para cubrir el óculo central de 7 metros con hierro y vidrio, eliminando totalmente la madera en las bóvedas .
Posteriormente se realizará la Bolsa del Carbón de Londres, de 1846 conformando una gran jaula de elementos de hierro que se elevaban hasta la cúpula acristalada que la cubría.
Recién en el Mercado del Trigo de París, obra de los ingenieros Belanger y Brunet, se utilizará el costillar de hierro, adquiriendo un carácter protagónico dentro del conjunto arquitectónico.
Esparcimiento
En lo que a edificios destinados al esparcimiento se refiere, la arquitectura de hierro y vidrio se va a hacer efectiva por primera vez en el teatro Smirke’s Covent de Londres en 1808. Para erigirlo se utilizaron como sostén columnas de hierro en forma de tubo, que resultaban más resistentes que las barras, y hasta permitían incluir detalles decorativos con reminiscencias historicistas.
Templos
En la ciudad de Liverpool se difundirán soluciones en hierro que se aplicarán a los templos como fueron los casos de las iglesias de St George y la de St Michael en 1813 y 1816 respectivamente.
El hierro verá también incrementada su utilización en la construcción de templos promovida por una ley británica que dotaba una cantidad astronómica para la construcción de iglesias en el siglo XIX. La ventaja de este procedimiento era acelerar el tiempo de construcción y aprovechar esta dotación excepcional para construir en poco tiempo.
Algunas de las estructuras utilizadas experimentaron la influencia del neogótico o Gothic Revival que floreció en las Islas Británicas en el siglo XIX, en edificios de todo tipo, desde el Museo de la Ciencia de Oxford en hierro y vidrio con arcos ojivales, hasta obras en mampostería para edificios públicos, templos, mansiones y casas de campo de la aristocracia.
Ferrocarriles
Las soluciones brindadas por los nuevos materiales encontrarán una perfecta aplicación en el epítome de la arquitectura con fines prácticos y vanguardistas: las estaciones ferroviarias. Estaciones como la de Euston, hoy desaparecida, St Pancras, King’s Cross, y Paddington en Londres, o la Midlands en Oxford, funcionaron como ejemplos vivos de la más avanzada modernidad, exhibiendo las maravillas de la arquitectura de hierro y vidrio al servicio de la nueva sociedad industrial que miraba con orgullo hacia el futuro.
En Uruguay el tren se inaugurará recién en 1869 con la línea que unía Bella Vista con Las Piedras, a partir de la década del 70 se irán multiplicando las necesidades de hierro para el tendido de vías férreas o estaciones de trenes y tranvías, que tendrán estrechas vinculaciones con los capitales británicos.
Locales comerciales
Otro de los usos frecuentes del hierro fue su utilización para cubrir fachadas de locales comerciales, llegando incluso a asociarse con la arquitectura de los grandes almacenes, que se iniciaban como novedosos puntos de venta, revolucionarios del mercado minorista mundial.
Esta solución para fachadas se dejó de emplear al poco tiempo, debido a que cuando se producían incendios, la alta temperatura fundía el metal provocando derrumbamientos fatales.
Con el transcurso de los años la arquitectura de hierro y vidrio se incorporará al paisaje urbano en estructuras comerciales, a veces en forma de galerías con esta finalidad, como la de Víctor Manuel en Milán.
Exotismo
Como una curiosidad de la época, como curiosidad exótica, sin una función definida se destaca el Pavilion de Brighton, del arquitecto John Nash , coronado con cúpulas de cebolla de estilo oriental, pero en hierro forjado.
América
Las estructuras innovadoras también se aplicarán en América en diferentes construcciones, un ejemplo sobresaliente fue la cúpula del Capitolio de Washington de 1855. La eclosión en el otro lado del Atlántico se produjo a finales del siglo XIX en los rascacielos de Chicago y Nueva York, una originalidad del nuevo continente que lo distanciará de Europa en el desarrollo de estas altas torres que se elevarán en el paisaje americano.
Rechazo como solución estética
En general la estructura de hierro y vidrio se solía enmascarar con mampostería, usándose sólo como montante, debido a que aún no se consideraba una solución estética valedera para que quedase al desnudo.
Poco a poco se irá dejando el hierro al descubierto y se difundirá la aceptación de este nuevo material para la arquitectura de prestigio.
El rechazo que concitó en un principio este tipo de arquitectura lo podemos entender a través de un ejemplo. Cuando en Inglaterra se alzó una iglesia en hierro y vidrio, el obispo local se negó a consagrarla por no considerarla una arquitectura digna para un templo de Dios.
Otro ejemplo lo constituye el actual Museo de la Ciencia de Londres en South Kensigton, , que en su momento fue motivo de burla entre los arquitectos y el público en general, por su estructura de hierro al desnudo, lo llamaban la caldera de Brompton.
Un gran espaldarazo oficial a estas estructuras, lo constituyó el encargo de una sala de baile prefabricada en hierro y vidrio para el Castillo de Balmoral , Escocia, adquirido en 1852 por el Príncipe Alberto, esposo de la Reina Victoria.
Recién en la exposición de París de 1878 se puede decir que el hierro queda a la vista sin complejos.
Las primeras estructuras de hierro y vidrio, generaban tanta admiración como inseguridad, mucha gente temía que aquellas moles se viniesen abajo como un castillo de naipes y se rehusaban a entrar dentro del recinto.
Existía también el factor estético, el rechazo a la vista, se consideraba un material un poco vasto para poseer una cualidad estética intrínseca, por eso debía revestirse con mampostería.
Las críticas frente a la fealdad del hierro llevará a Batteaux a opinar que “la arquitectura no es un espectáculo, sino un servicio” Muchos arquitectos como el norteamericano Sullivan compararán a las obras con un barco en el que la belleza es sinónimo del buen navegar, y no por su ornamentación o los materiales empleados..
La aceptación de los nuevos materiales al desnudo abonará el camino hacia la arquitectura contemporánea funcionalista que se desarrollará en los inicios del siglo XX.
En diferentes momentos de la historia de la arquitectura la función se ha inclinado frente a la decoración Uno de los estilos que se originarán en las postrimerías del siglo XIX, la arquitectura Art Nouveau, contará con el hierro maleable para sus decoraciones alambicadas, con volutas, curvas y motivos florales. Esto equivalió a darle la bienvenida a los materiales que permitían estos detalles decorativos.
El punto álgido de los estructuralistas en hierro será la Torre Eiffel construida para la exposición universal que conmemoraba el centenario de la revolución francesa, en 1889. Se erige así el edificio más alto del mundo, y esta vez será Francia la que se lleve los laureles.
En la concepción del progreso propia del siglo XIX el papel jugado por la industria constituirá la base del poderío imperial británico. Y será frecuentemente utilizado como signo de la superioridad intelectual que justificaba el colonialismo practicado desde Londres.
Paxton y el palacio de cristal
Este carácter de “bofetada cultural” se hará presente en las exposiciones universales. Estas exposiciones se distinguían por ser acontecimientos especialísimos y fungían de espacio de competencia entre las potencias industriales, las cuales podían luego presumir de poseer las últimas invenciones tecnológicas que demostraban su “superioridad”.
Con motivo de una de estas exposiciones universales: la de Londres de 1851 se presentará la obra cumbre de la arquitectura en hierro y vidrio: el Palacio de Cristal de Paxton. Joseph Paxton era jardinero del Duque de Devonshire. Según cuenta la tradición a este hombre de Bedfordshire se le ocurre la idea de la construcción de un costillar de hierro a partir de los camalotes.
Su hija por accidente se cayó en un estanque encima de una Victoria Regia, y Paxton al ver que la niña no se hundía y flotaba, comprendió la resistencia de las nervaduras.
El jardinero aplicará luego la fórmula a los costillares de hierro para la construcción de invernaderos que sorprenderán por lo innovadores, y porque permitirán conservar vegetación tropical en un clima poco propicio como el del Reino Unido.
Gran Bretaña será pionera en este tipo de arquitectura, y afortunadamente algunos de ellos aún se mantienen en pie como testigos de esos avances, como el Palm Stove en Kew Gardens.
El Palacio de Cristal de Londres significó la culminación de las investigaciones de Paxton abriendo el camino para la construcción de otros palacios de cristal que se difundirán por todo el mundo, Madrid, Munich, Dublín y Nueva York. Y si bien la razón principal para este tipo de arquitectura fue evitar incendios, la mayoría de ellos, salvo el de Madrid acabaron incendiándose.
El mismo Palacio de Paxton, corrió esa suerte luego de ser trasladado de Londres a Sydenham en los años treinta de siglo XX.
La mole del Palacio de Cristal de Londres sorprendió a propios y extraños, desde el inicio, ya que se alzó en el tiempo record de seis meses. Llevó tres meses la construcción de la estructura y tres meses el armado. Constaba de una estructura de 93000 metros cuadrados, de 560m x 137m, con casi 300 mil paneles de vidrio.
Tenía además de hierro, vigas de madera ahuecadas, que actuaban de caños de desagüe.
La operación consistía en el ensamblado de módulos de unos 7,5 m.
Causó sensación en el mundo de la ciencia y la técnica colocando a Inglaterra a la vanguardia de la arquitectura experimental.
La arquitectura de mercados
Dentro de la tipología creada por la arquitectura de hierro y vidrio destacan también los mercados, nuestro tema principal.
Entre 1857 y 1900 se construyen más de treinta mercados sólo en París con esta estructura novedosa.
Los antecedentes de la construcción de mercados se remontan a los “halles” de los Países Bajos en el siglo XIII, y luego aparecerán las Loggias Italianas del Renacimiento, ya que antes este tipo de comercio desarrollaba al aire libre. Como ocurrirá en la ciudad de Montevideo inmediatamente después de su fundación.
Alfredo Castellanos recoge información de los lugares donde se llevaba a cabo esta actividad de intercambio comercial.
Para el comercio de la carne se contaba con la Recova, detrás del Cabildo, y para las frutas, verduras y aves el lado sur de la Plaza Matriz; mientras que los pescados se vendían por el lado de la calle Treinta y Tres.
El Mercado Viejo era el más antiguo, existía desde 1836 dentro de la Ciudadela.. Cuando se procede a demoler el recinto amurallado se lo trasladará detrás del Teatro Solís, en el predio donde hoy se ubica el Mercado Central. A este edificio se le llamará Mercado Nuevo y será construido por otro arquitecto inglés Thomas Havers en 1869. El primer día de su inauguración sucedió un episodio muy folclórico que registra la prensa del momento: Se había inunda el novel mercado por una copiosa lluvia y los verduleros indignados reciben a su autor a tomatazos y papazos en señal de protesta.
Havers será también el arquitecto de la antigua sede del correo en la calle Sarandi.
En lo que a mercados se refiere la ciudad contará con dos mercados más : el Mercado Chico o del Oeste, también conocido como Mercado Sostoa en Pérez Castellano y Sarandí, inaugurado en 1839, además del Mercado del Este, inaugurado en 1859, donde hoy se encuentra el Mercado de la Abundancia, en San José y Yaguarón. Todos poseían estructuras de madera. El Mercado del Puerto será el primero en hierro y vidrio del Uruguay. Luego vendrá el Mercado Agrícola, que aprovechará una estructura de pabellón de exposiciones en Bélgica cuyas partes en hierro fueron fabricadas en Londres por Edward Wood en 1908.
Mercado del puerto
Para la actualización arquitectónica en los nuevos materiales el Uruguay se encontraba en desventaja respecto a otros países americanos, debido a la inexistencia de yacimientos de hierro en su territorio.
Durante la colonización española el hierro era importado de fundiciones vascas, de Vizcaya, y luego provendrá de Inglaterra y Bélgica.
Poco a poco el hierro se irá incorporando a la arquitectura residencial, a la comercial, a las oficinas, barracas, y a la arquitectura del ocio, para la construcción de teatros como el Solís e hipódromos como el de Maroñas.
La construcción del Mercado del Puerto se producirá en la época de oro de las construcciones en hierro y vidrio, cuando ya se contaba con antecedentes exitosos, como el Mercado del Pescado de Londres, o Les Halles de París.
Aún no se había superado totalmente la visión de que el ensamblado de módulos producidos en serie era un demérito, como el que hace trampa en arquitectura y arma un mecano, de allí la inclusión de la mayor cantidad posible de partes de mampostería para jerarquizar la obra. Aunque la propia función de un edificio netamente para fines prácticos como podía ser un mercado mitigaba bastante el prejuicio que pesaba sobre la construcción en hierro y vidrio.
El Mercado del Puerto arrastra una leyenda, que aseguraba que su estructura había venido de Inglaterra en un barco con destino a Chile, y que al haber zozobrado, y encallado en Montevideo, sus partes metálicas, luego de ser adquiridas por empresarios montevideanos, se habían utilizado para la construcción del Mercado del Puerto.
La verdad es que fue un proyecto aprobado durante el gobierno provisorio de Venancio Flores, que en 1865 consideraba pertinente la construcción de un mercado moderno, con las mejores técnicas empleadas en este tipo de obras en Europa. La construcción de éste mercado está ligada a la del Mercado Nuevo, ya que es una decisión de la Junta Económico Administrativa de que una ciudad como Montevideo, de 50000 habitantes debía contar con dos mercados nuevos.
El emprendimiento del Mercado del Puerto en concreto, revistaba tal interés público, que fue modificado en dos instancias por el gobierno.
El contrato incluso fue homologado por una ley del 30 de abril de 1868.
Se constituye una sociedad con el fin de erigir el mercado, la cual se inicia con un capital de 309000 pesos oro distribuidos en 618 acciones de 500 pesos cada una. La iniciativa fue presentada a una sociedad de inversores por Juan Francisco de la Serna, propietario del terreno que poseía una superficie de 3500 metros cuadrados, y estaba ubicado en el lugar conocido como Baño de los Padres, frente a la Aduana, lindero con el del Sr. Pablo Duplessis,
A los tres años de constituida la sociedad del Mercado del Puerto, presidida por el Sr. Pedro Sáenz de Zumarán, se inaugurará el edificio por todo lo alto, el 10 de octubre de 1868, con la presencia del entonces presidente de la República, Don Lorenzo Batlle y la asistencia de legisladores y miembros de la junta municipal se celebrará con un lunch el bautismo del cuarto y más moderno mercado de la ciudad.
El frente principal de la construcción se ubica hacia la calle Pérez Castellano con una fachada de 80 metros, el lado Norte da a 25 de Agosto, y el sur hacia la calle Piedras.
Los planos para la construcción del edificio se encargarán directamente a Gran Bretaña, y los trazará el ingeniero R.H. Mesures. La fundición correrá a cargo de los talleres de la Union Foundry de K y T Parkin de Liverpool.
El ingeniero Mesures viajará especialmente de Inglaterra a Montevideo con un grupo de oficiales herreros británicos para dirigir el montaje de la obra in situ.
La parte de albañilería fue realizada por técnicos locales, y estuvo a cargo del arquitecto Eugenio Perot.
Perot buscó la sencillez sin abundar en detalles decorativos superfluos, que simplemente fuese un edificio que cumpliese cabalmente con su función.
El frente contaba originalmente con portones de cuatro hojas que se abrían a un espacio interior cubierto de estructura metálica. . Sus tres fachadas con vanos de arco de medio punto albergaban locales comerciales en mampostería abiertos al exterior en todo el perímetro
La planta es basilical, con cinco naves coronadas con una cúpula central.
El espacio en el centro de la construcción no tiene apoyos y cuenta con varios muros ciegos en obra de albañilería.
Las naves se apoyan en columnas de hierro con claraboyas que actúan como lucernarios que se verán complementados con celosías para facilitar tanto la ventilación como la iluminación.
La estructura se despliega en costillas de hierro con tensores de cordones de hierro que conforman unas cerchas curvas apoyadas sobre vigas de hierro forjado.
La estructura de hierro se intenta ocultar por las razones que hemos expuesto, y actúa primordialmente como sustento del edificio.
La cubierta se remata en crucería con forma de techo a cuatro aguas.
Las columnas de hierro que se encuentran dentro del mercado guardan cierta similitud con las utilizadas en estaciones de trenes británicas, como la Victoria Station de Londres. Son columnas divididas en dos tramos separados por un capitel, desde el que se desprenden dos ménsulas de hierro fundido con ornamentación.
Debajo de la cúpula se ubicó una fuente también de hierro, que permitía refrescarse constantemente. Según parece ésta se diseñó en Inglaterra pensando en Uruguay como un país tropical.
En 1897 esta fuente será sustituida por un puesto central dividido en cuatro secciones.
En el centro del puesto se colocó el reloj que vemos en la actualidad, instalado el 25 de agosto de 1897 por la casa Paganini, que sustituía a la fuente.
La fuente removida fue ofrecida por la sociedad administradora del mercado a la Intendencia Municipal de Montevideo, más concretamente a la Dirección de Parques y Jardines. En vista que éste organismo no muestra demasiado interés por retirarla, se decide finalmente subastarla.
Será adquirida en la suma de 120 pesos por un particular, el Sr. Errandonea, en la casa de remates de Gomensoro.
El mercado pasó a ser una institución fundamental en la vida de Montevideo desde su propio inicio, la importancia que se le otorgó la apreciamos en su imagen estampada en un billete de 200 pesos del Banco Nacional en 1887 así como la declaración de
monumento histórico nacional en 1975 y su posterior remodelación en 1986, que han hecho de él un paseo obligado para todo turista que llegue a la capital.
No podemos decir que la visita del ingeniero Mesures tuviera gran repercusión sobre el medio arquitectónico local, porque no se conocen contactos establecidos con arquitectos uruguayos, pero significó un puntapié inicial para este tipo de estructuras en el paisaje montevideano.
La mayor importancia que reviste su construcción se puede analizar en el marco de un Uruguay pujante que pretende enmarcarse en los países avanzados que apostaban a los progresos de la tecnología mirando hacia Europa como modelo, y teniendo como norte la industrialización. Es producto de los planes modernizadores y civilizatorios que los gobiernos se van a trazar para colocar al Uruguay entre los países avanzados que apostaban al progreso industrial.
Un país que veía la presencia de influencias europeas como ideales para imitar, que recibió a Adams, a Mesures y a otros tantos técnicos con las esperanzas de un país joven que a la vez que tenía mucho para aprender también tenía mucho para ofrecer."
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13) Reynolds, Donald. "The Nineteenth Century", Cambridge University Press, Cambridge, 1985.
Para la actualización arquitectónica en los nuevos materiales el Uruguay se encontraba en desventaja respecto a otros países americanos, debido a la inexistencia de yacimientos de hierro en su territorio.
Durante la colonización española el hierro era importado de fundiciones vascas, de Vizcaya, y luego provendrá de Inglaterra y Bélgica.
Poco a poco el hierro se irá incorporando a la arquitectura residencial, a la comercial, a las oficinas, barracas, y a la arquitectura del ocio, para la construcción de teatros como el Solís e hipódromos como el de Maroñas.
La construcción del Mercado del Puerto se producirá en la época de oro de las construcciones en hierro y vidrio, cuando ya se contaba con antecedentes exitosos, como el Mercado del Pescado de Londres, o Les Halles de París.
Aún no se había superado totalmente la visión de que el ensamblado de módulos producidos en serie era un demérito, como el que hace trampa en arquitectura y arma un mecano, de allí la inclusión de la mayor cantidad posible de partes de mampostería para jerarquizar la obra. Aunque la propia función de un edificio netamente para fines prácticos como podía ser un mercado mitigaba bastante el prejuicio que pesaba sobre la construcción en hierro y vidrio.
El Mercado del Puerto arrastra una leyenda, que aseguraba que su estructura había venido de Inglaterra en un barco con destino a Chile, y que al haber zozobrado, y encallado en Montevideo, sus partes metálicas, luego de ser adquiridas por empresarios montevideanos, se habían utilizado para la construcción del Mercado del Puerto.
La verdad es que fue un proyecto aprobado durante el gobierno provisorio de Venancio Flores, que en 1865 consideraba pertinente la construcción de un mercado moderno, con las mejores técnicas empleadas en este tipo de obras en Europa. La construcción de éste mercado está ligada a la del Mercado Nuevo, ya que es una decisión de la Junta Económico Administrativa de que una ciudad como Montevideo, de 50000 habitantes debía contar con dos mercados nuevos.
El emprendimiento del Mercado del Puerto en concreto, revistaba tal interés público, que fue modificado en dos instancias por el gobierno.
El contrato incluso fue homologado por una ley del 30 de abril de 1868.
Se constituye una sociedad con el fin de erigir el mercado, la cual se inicia con un capital de 309000 pesos oro distribuidos en 618 acciones de 500 pesos cada una. La iniciativa fue presentada a una sociedad de inversores por Juan Francisco de la Serna, propietario del terreno que poseía una superficie de 3500 metros cuadrados, y estaba ubicado en el lugar conocido como Baño de los Padres, frente a la Aduana, lindero con el del Sr. Pablo Duplessis,
A los tres años de constituida la sociedad del Mercado del Puerto, presidida por el Sr. Pedro Sáenz de Zumarán, se inaugurará el edificio por todo lo alto, el 10 de octubre de 1868, con la presencia del entonces presidente de la República, Don Lorenzo Batlle y la asistencia de legisladores y miembros de la junta municipal se celebrará con un lunch el bautismo del cuarto y más moderno mercado de la ciudad.
El frente principal de la construcción se ubica hacia la calle Pérez Castellano con una fachada de 80 metros, el lado Norte da a 25 de Agosto, y el sur hacia la calle Piedras.
Los planos para la construcción del edificio se encargarán directamente a Gran Bretaña, y los trazará el ingeniero R.H. Mesures. La fundición correrá a cargo de los talleres de la Union Foundry de K y T Parkin de Liverpool.
El ingeniero Mesures viajará especialmente de Inglaterra a Montevideo con un grupo de oficiales herreros británicos para dirigir el montaje de la obra in situ.
La parte de albañilería fue realizada por técnicos locales, y estuvo a cargo del arquitecto Eugenio Perot.
Perot buscó la sencillez sin abundar en detalles decorativos superfluos, que simplemente fuese un edificio que cumpliese cabalmente con su función.
El frente contaba originalmente con portones de cuatro hojas que se abrían a un espacio interior cubierto de estructura metálica. . Sus tres fachadas con vanos de arco de medio punto albergaban locales comerciales en mampostería abiertos al exterior en todo el perímetro
La planta es basilical, con cinco naves coronadas con una cúpula central.
El espacio en el centro de la construcción no tiene apoyos y cuenta con varios muros ciegos en obra de albañilería.
Las naves se apoyan en columnas de hierro con claraboyas que actúan como lucernarios que se verán complementados con celosías para facilitar tanto la ventilación como la iluminación.
La estructura se despliega en costillas de hierro con tensores de cordones de hierro que conforman unas cerchas curvas apoyadas sobre vigas de hierro forjado.
La estructura de hierro se intenta ocultar por las razones que hemos expuesto, y actúa primordialmente como sustento del edificio.
La cubierta se remata en crucería con forma de techo a cuatro aguas.
Las columnas de hierro que se encuentran dentro del mercado guardan cierta similitud con las utilizadas en estaciones de trenes británicas, como la Victoria Station de Londres. Son columnas divididas en dos tramos separados por un capitel, desde el que se desprenden dos ménsulas de hierro fundido con ornamentación.
Debajo de la cúpula se ubicó una fuente también de hierro, que permitía refrescarse constantemente. Según parece ésta se diseñó en Inglaterra pensando en Uruguay como un país tropical.
En 1897 esta fuente será sustituida por un puesto central dividido en cuatro secciones.
En el centro del puesto se colocó el reloj que vemos en la actualidad, instalado el 25 de agosto de 1897 por la casa Paganini, que sustituía a la fuente.
La fuente removida fue ofrecida por la sociedad administradora del mercado a la Intendencia Municipal de Montevideo, más concretamente a la Dirección de Parques y Jardines. En vista que éste organismo no muestra demasiado interés por retirarla, se decide finalmente subastarla.
Será adquirida en la suma de 120 pesos por un particular, el Sr. Errandonea, en la casa de remates de Gomensoro.
El mercado pasó a ser una institución fundamental en la vida de Montevideo desde su propio inicio, la importancia que se le otorgó la apreciamos en su imagen estampada en un billete de 200 pesos del Banco Nacional en 1887 así como la declaración de
monumento histórico nacional en 1975 y su posterior remodelación en 1986, que han hecho de él un paseo obligado para todo turista que llegue a la capital.
No podemos decir que la visita del ingeniero Mesures tuviera gran repercusión sobre el medio arquitectónico local, porque no se conocen contactos establecidos con arquitectos uruguayos, pero significó un puntapié inicial para este tipo de estructuras en el paisaje montevideano.
La mayor importancia que reviste su construcción se puede analizar en el marco de un Uruguay pujante que pretende enmarcarse en los países avanzados que apostaban a los progresos de la tecnología mirando hacia Europa como modelo, y teniendo como norte la industrialización. Es producto de los planes modernizadores y civilizatorios que los gobiernos se van a trazar para colocar al Uruguay entre los países avanzados que apostaban al progreso industrial.
Un país que veía la presencia de influencias europeas como ideales para imitar, que recibió a Adams, a Mesures y a otros tantos técnicos con las esperanzas de un país joven que a la vez que tenía mucho para aprender también tenía mucho para ofrecer."
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