miércoles, 9 de marzo de 2011

Monumentos megaliticos. Tomado de la WEB








La arquitectura

Los monumentos megalíticos han sido, sin duda, una de las manifestaciones del hombre prehistórico que más ha llamado la atención. Buena prueba de ello es la cantidad de leyendas populares que rodean algunas construcciones atribuidas, según los países, a gigantes, druidas, brujas o extraños. El tamaño de dichos monumentos y el significado que debieron de tener para sus constructores no pasaron inadvertidos desde la antigüedad. En algunos casos, las grandes piedras paganas fueron cristianizadas mediante la adición de símbolos de la nueva religión. En la actualidad, el monumento de Stonehenge, en Inglaterra, sigue congregando cada año grupos de personas que pretenden resucitar antiguos ritos celtas, sin saber seguramente que dicha construcción es bastante anterior a la presencia de dicho pueblo.
Naturalmente, estos monumentos llamaron también la atención de los estudiosos, y son numerosas las hipótesis que han tratado de explicar cómo y por qué aparecieron estas construcciones en la Europa prehistórica. Llamaba la atención el carácter monumental de las mismas, por lo que no se entendía que pueblos tan primitivos como los de la Europa neolítica fueran capaces por sí solos de inventar semejante arquitectura. Hubo explicaciones peregrinas, como la propuesta por Elliot Smith, a comienzos del siglo XX, que pretendía que fueron los egipcios los que en sus navegaciones llevaron los conocimientos arquitectónicos a Europa y, posteriormente, al continente americano. Por fortuna, esta hipótesis pasó sin demasiados adeptos, porque obviaba razones históricas, geográficas, tipológicas, técnicas y cronológicas que la invalidaban. Pero durante muchos años, hasta la década de 1960, ha predominado la creencia de que el megalitismo europeo es el resultado de una difusión de técnicas constructivas y creencias religiosas desde el Egeo. La razón de esta expansión se buscaba en la necesidad de metales -cobre y estaño- entre las comunidades egeas y su búsqueda en Occidente. Así llegaron al sur de la península Ibérica, donde se establecieron en colonias como Los Millares, en Almería, o Vila Nova de Sao Pedro, en la desembocadura del Tajo. Al mismo tiempo, introdujeron el ritual de enterramiento colectivo en tumbas monumentales, los tholoi, sepulcros de cámara circular con cubierta en falsa cúpula y corredor o dromos de entrada. Desde allí, la gran arquitectura se extendería por gran parte de Europa occidental, dando lugar a diferentes tipos de construcciones que ya no se ceñían a la técnica constructiva de los tholoi. Actualmente, se sabe que algunos monumentos megalíticos occidentales son mucho más antiguos que los del Egeo; datan de comienzos del IV milenio, por lo que se les considera como una creación de las comunidades neolíticas de Europa occidental para expresar unos rituales funerarios y creencias acordes con los cambios de organización social que el trabajo de la tierra y la vida sedentaria habían generado.
La arquitectura megalítica, como su nombre indica -megas: grande, lithos: piedra-, hace referencia a construcciones de grandes bloques de piedra sin trabajar que delimitan un espacio y que originan una cubierta plana; es, pues, una arquitectura adintelada. Se distribuye por gran parte de Europa occidental: Escandinavia y norte de Europa, Francia, Islas Británicas, gran parte de la península Ibérica, Córcega y Cerdeña, y algunos ejemplares en las Baleares.
La mayoría de estas construcciones eran de uso funerario, y servían para enterramientos colectivos, es decir sucesivos, de una comunidad. Según el tamaño y la planta, se puede hablar de diferentes tipos como: sepulcro de corredor (cámara poligonal y corredor de entrada); galería cubierta (planta rectangular alargada sin separación de cámara y corredor, aunque sí se pueden distinguir en alzado, puesto que aquélla suele ser más alta que éste); dolmen o cámara sencilla (planta poligonal sin corredor destacado, a no ser a veces un pequeño vestíbulo), y tholoi. A partir de estas formas pueden darse enormes variaciones. En algunos casos, y esto es característico de los territorios atlánticos, las grandes piedras estaban decoradas por su cara interna con grabados de temas abstractos, geométricos. Aunque, en la actualidad, la mayoría de estos monumentos están al descubierto y se puede ver su arquitectura, no era así en el pasado. Efectivamente, todas las cámaras funerarias estaban cubiertas por un túmulo, de tierra o a veces de piedras, que sólo dejaba al descubierto la puerta de entrada. En Bretaña y en las Islas Británicas no es extraño que un gran túmulo cubra dos o más estructuras funerarias: Barnenez es un gran túmulo de planta rectangular que cubre nueve sepulcros de corredor. Es interesante que lo que actualmente parece una arquitectura monumental, en el pasado fuera una arquitectura para no ser vista. Lo que sí destacaba en el paisaje era la enormidad del túmulo, y es evidente que la obtención de la piedra, la construcción del monumento y la cubrición con el túmulo supusieron una gran cantidad de horas y de mano de obra invertidas. Está claro que el objetivo primario de las tumbas era el de albergar los cadáveres de una comunidad, generación tras generación, manteniendo después de la muerte unos lazos de parentesco que les habían unido en vida; pero actualmente se piensa que, además, podían cumplir otros cometidos, como servir de símbolo de identificación de una sociedad o comunidad determinada y, al mismo tiempo, constatar el derecho de uso de la tierra donde se asentaron sus antepasados.


La arquitectura

Pero, paralelamente al desarrollo de esta arquitectura funeraria, hay otras construcciones de más difícil interpretación. Los menhires son grandes piedras enhiestas que suelen estar relacionadas espacial-mente con sepulturas, a veces claramente distribuidas por rutas de transhumancia. Excavaciones realizadas en la base de algunos de estos monumentos han revelado la existencia de vasos cerámicos como depósitos de fundación; piensan algunos investigadores que por sí mismos podrían tener un significado religioso, considerándolos como posibles símbolos fálicos. Ciertamente, en el sur de Francia son frecuentes las estelas-menhires con representaciones antropomorfas, por lo general femeninas, que podrían reflejar su sentido religioso. Algunos son de gran tamaño, hasta de 6 metros, siendo el menhir caído de Locmariaquer el más famoso de todos por su longitud de 22 metros.
En ocasiones, las piedras monolíticas están agrupadas formando conjuntos complejos que ocupan una gran extensión de terreno. En Bretaña aparecen los famosos Alineamientos, como los de Carnac, que consisten en una gran avenida formada por hileras de menhires dispuestas de una manera no exactamente paralela, sino ligeramente convergente, aunque nunca llegan a unirse. En Gran Bretaña son famosos los Círculos, Cromlech o monumentos Henge, como los de Avebury o Stonehenge (que significa círculo de piedra). Son recintos circulares -el de Avebury abarca una superficie de 19 hectáreas- generalmente delimitados primero por un foso y terraplén e inmediatamente, en el interior, por grandes piedras levantadas. El círculo de Stonehenge es de una gran monumentalidad; lo que se puede ver hoy es el resultado de varias fases constructivas. Se sabe que, inicialmente, en el IV milenio, el lugar fue usado para realizar varios enterramientos; había adquirido ya un significado simbólico importante. En el III milenio empezó la construcción del círculo con la apertura del foso y de los 56 agujeros llamados de Aubrey. Posteriormente se construyó el doble círculo de menhires, el interior llamado de "piedras azules", de unas 4 toneladas cada una de ellas y procedentes del País de Gales, a más de 200 kilómetros de distancia. Ya en el II milenio se levantó el gran círculo adintelado y, en el interior, cinco trilitos (dos piedras verticales y otra horizontal encima) dispuestos en forma de herradura de caballo: este momento final, de gran esplendor, corresponde ya a la denominada cultura de Wessex, durante la Edad del Bronce. Es una muestra evidente del uso de un espacio, seguramente sagrado, durante milenios.
Se ha discutido mucho sobre el posible significado de estas enormes construcciones. Sí que parece evidente que, por lo menos los círculos, pudieron estar relacionados con determinados cultos solares. El eje principal de Stonehenge está orientado hacia la salida del sol en el solsticio de verano, pero esta orientación se detecta también en algunas tumbas megalíticas de Bretaña en las que el primer rayo de sol del solsticio va a dar directamente a la cámara, como ocurre en el gran templo funerario de Ramsés II en Abu Simbel. Esta coincidencia, por supuesto, no implica ningún tipo de interdependencia de un lugar a otro. Todos los pueblos primitivos comparten cultos solares, reconociendo al Sol como principio creador y regenerador de vida. Pero, probablemente, estos lugares tuvieron un significado mucho más complejo que el exclusivamente religioso y cultual. Se piensa que estos espacios delimitados arquitectónicamente -los círculos o los alineamientos- podrían ser centros comunitarios para unas poblaciones dispersas en el territorio y que se desarrollaran en ellos toda una serie de relaciones económicas, sociales y religiosas de gran transcendencia para la continuidad de los grupos humanos y de sus vínculos sociales.
Junto a este megalitismo que se podría denominar clásico, en el Mediterráneo se desarrollan otras formas de expresión que no dejan de ser monumentales. Por ejemplo, en la península Italiana, Sicilia y Malta, no hay tumbas megalíticas, de construcción aérea. Allí, los enterramientos colectivos se realizan en hipogeos, que son cámaras excavadas en el subsuelo, pero que reproducen la misma idea de distinguir un corredor y una cámara, y a veces llegan a adquirir plantas muy complejas: ocasionalmente, en la excavación de los diferentes ámbitos se reproducen en la roca blanda elementos arquitectónicos, como jambas y dinteles, a veces decorados con grabados o bajo relieves. El más famoso y sorprendente es el de Hal Saflieni en la isla de Malta. Hipogeos aparecen también en las islas de Córcega, Cerdeña, las Baleares, así como en el sur de Francia, donde también se construyen megalitos.


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