viernes, 3 de marzo de 2023

Las teorías de la arquitectura. Material de debate.

 

Las teorías de la arquitectura.



Fragmentos de un artículo titulado “Las teorías de la arquitectura LUIS BOROBIO NAVARRO, DR. ARQUITECTO” para debatir en clase sobre los fundamentos y teorías de la arquitectura. Se encuentra todo el artículo en Revista de Edificación. RE • Nº 18 • Octubre 1994

 


“La Arquitectura es -sin duda alguna- una expresión muy elocuente de la vida de los hombres; pero para desentrañar esa expresión tenemos que detenernos a pensar en algo que parece obvio, pero que exige una previa reflexión; ¿Qué es la Arquitectura y en qué consiste su expresión específica? ¿Cómo nos habla la Arquitectura y cuál es el código de interpretación genuino de su lenguaje? Porque, si bien es verdad que la Arquitectura expresa, la expresión no es un fin (al menos no es un fin primario) de la Arquitectura, sino una consecuencia (aunque sea una consecuencia necesaria). El viejo Lao-Tsé, seiscientos años antes de Cristo, dijo que la Arquitectura no es cuatro paredes y un techo, sino el aire

que queda dentro. El arquitecto, al construir paredes y techos, al componer conjuntos edificatorios, como los espacios -los ambientes definidos por esos conjuntos. Este sentido espacial - o ambiental- de la Arquitectura, no es sólo un punto de vista interesante, sino que es un aspecto esencial. Al preguntarnos qué es la Arquitectura, podemos elegir una de estas dos definiciones:

1 º La Arquitectura es una volumetría construida por el hombre, para proteger al hombre con un caparazón exterior a él y ajeno a su humanidad.

2º La Arquitectura es un complemento necesario de la personalidad del hombre al que envuelve; pero que está enraizado e integrado en su vida personal, de cuyos más íntimos afanes nace.






La importancia ambiental de los cerramientos no se reduce a su misión de limitar y definir, sino que actúan también proyectando hacia adentro y sobre el hombre al abrazan sus valores formales, la relación de sus dimensiones y sus cualidades táctiles y cromáticas; y así nos encontramos con unos muros que verdaderamente nos aíslan y encierran, y otros que nos dirigen y hasta nos acompañan; hay muros que, con su concavidad o con el calor de su textura o de su colorido, nos acogen. Y los hay que nos distancian o que nos repelen. Hay veces que los muros iluminan (¡riqueza ambiental de las vidrieras!), y otras que abruman o que alegran ... Vemos en ocasiones, cómo las paredes se empinan, como se inclinan y se doblan, cómo nos envuelven: Se convierten en bóvedas. y los paramentos que nos cubren -los techos- tienen tanta o más riqueza de posibilidades que los que nos abrazan: cúpulas, artesonados, cielorrasos, plafones ... Pero a veces no son ni los muros ni los techos, sino puntos o líneas singulares, que determinan paramentos inexistentes o límites ideales, términos de referencia, que, a su vez, actúan eficazmente en el ambiente. El espacio vital, el ambiente que habla a los hombres y que de alguna manera configura su personalidad, ha sido siempre un elemento consustancial de la Arquitectura, por lo menos desde el último periodo glacial, quince mil años antes de Cristo. Aquellos recintos de Altamira o de Lascaux en que los hombres se albergaban, aquellas concavidades tenebrosas que constituían el ámbito de sus vidas, debían de tener una fuerza ambiental estremecedora: luces trémulas y cerramientos rotundos que abrazan unos espacios cerrados, cálidos y acogedores, en los que las abigarradas pinturas de renos y bisontes, nacidos de los más vitales afanes de sus moradores, vibraban en su misma vida y se vertían sobre los ambientes para constituirlos también en vida: auténtica vida suya. Espacio que habla y que configura el espíritu de los hombres es también lo más enjundioso de los catedrales góticas. En ellas el volumen desaparece. Queda sólo un aire prodigiosamente estructurado y lleno de color. Después, cuando en el barroco los volúmenes se retuercen en un anhelo de corporeidad y de riqueza formal, no son los volúmenes, no son los caparazones, sino los espacios limitados por ellos los que dan su grandiosidad a la Plaza de San Pedro, a los Campos Eliseos de París o a los jardines de Versalles. Pese a esta incuestionable realidad, la historiografía de la arquitectura que se ha hecho en lo que va del siglo, ha atribuido a la llamada modernidad  arquitectónica el descubrimiento del espacio, es decir, la conceptualización reflexiva y consciente del espacio arquitectónico, del espacio interior y su relación con el exterior, etc. Esta historiografía moderna se ha desarrollado especialmente alrededor de sus presuntos intérpretes canónicos, entre los que podemos citar como los más conocidos a Giedion y Bruno Zevi. 








El concepto de espacio, efectivamente, ha sido objeto de un tratamiento particularmente medular en la arquitectura moderna, tanto en la teoría como. en la práctica. Pero este espacio es entendido, en la arquitectura moderna, como espacio físico, y, en cuanto tal, como un material más de la composición plástica. Cabe cuestionarse, si la arquitectura moderna es la arquitectura del espacio, o, más bien, la que se plantea el aprovechamiento funcional y consciente de todos los elementos y materiales que intervienen en la constitución del hecho arquitectónico, incluido, entre ellos, el espacio como un constante argumento irreductible. Desburg y Mies son, en cierta manera los adalides de la libertad y del protagonismo del espacio. Las células de espacio se desarrollan para ellos centrífugamente, desde el centro hacia la periferia. Pero no dejan de ser sino un elemento (aunque sea elementos principales) de la composición plástica, como delata el propio nombre de su movimiento: el Neoplasticismo. Además, Desburg (autor material del manifiesto neoplasticista) es un pintor; y llega a dictar las normas de lo que debe ser el espacio en la nueva arquitectura", a través de las geometrías planas de su pintura. Gropius (y todo el racionalismo internacional que de él arranca) con su búsqueda del máximo rendimiento constructivo y funcional de los materiales, encierra en su arquitectura el espacio mínimo, el espacio útil, el espacio habitable-, pero no podemos olvidar que las leyes compositivas de la Bauhaus proceden de pintores (Mondrian, Klee, etc.) y, de una manera mediata pero muy importante, del suprematismo de Malevitch por una parte, y del constructivismo ruso, por otra. En el puritanismo de Le Corbusier, la planta libre busca el espacio con el que constituye la Arquitectura. La Arquitectura -la vivienda- es para él la máquina de vivir; pero los volúmenes de Le Corbusier son mucho más escultóricos que espaciales. El espacio de la Arquitectura Moderna, con ser el centro del quehacer arquitectónico, hasta el punto de que Bruno Zevi definía la arquitectura como el arte del espacio, no por eso deja de tener, en general, un carácter plástico. Es, en un principio, un espacio aséptico, al que van vivificando los esfuerzos organicistas de Frank Lloyd Wright.(…)


(solo para uso educativo)



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